Un hombre con ideales

AutorGuadalupe Loaeza

Para Andrés Manuel López Obrador

En 1910, Porfirio Díaz se reeligió como Presidente de México por sexta vez. Durante sus 34 años en el poder, su gobierno resultó tiránico y central. Las elecciones eran una farsa. Díaz designaba a su antojo a los gobernadores de los Estados, que muy pocas veces eran removidos. Estos ejercían el poder con la misma arbitrariedad que disfrutaba el dictador, pero sin dejar de interpretar los lineamientos marcados por él. A su vez, los gobernadores designaban a los jefes políticos, presidentes municipales y ayuntamientos, acatando ciegamente cualquier designación del Presidente. Los ricos hacendados eran los colaboradores más fieles del régimen. Los jueces auxiliares recibían su nombramiento de la autoridad política y, así, había un engranaje de arriba a abajo, sumisa y fielmente dedicado al mantenimiento del régimen en el poder.

A pesar de que parecía que nada ni nadie sería capaz de siquiera discutir el porfiriato y, mucho menos de reemplazarlo, ya estaba amenazado por la posibilidad cada vez más cercana de la muerte del caudillo, pues ya tenía 80 años. Por lo tanto, México encaraba el problema de quién iba a reemplazarlo.

En 1908, Francisco I. Madero publicó un libro que significó el inicio de sus actividades políticas: La sucesión presidencial en 1910, que se vendió como pan caliente. Madero, nacido en Parras, Coahuila, en 1873, perteneciente a una acaudalada familia, educado en Francia y Estados Unidos, convencido de los ideales democráticos, llegó a la conclusión de que los mexicanos estaban listos para la democracia. Por lo tanto, a través de su obra, los impulsaba a que se organizaran en partidos para empezar una auténtica vida institucional. Sólo así lograrían garantizar la paz y proteger, defender y salvaguardar la continuidad de los programas gubernamentales. Sin embargo, en un gesto de realismo conciliatorio y, ciertamente, pensando en que una total ruptura del sistema político nacional no sería fácil, Madero propuso que la elección fuera sólo por un vicepresidente, el cual aprendería a gobernar y estaría listo para ocupar el lugar de Porfirio Díaz en una transición pacífica cuando éste desapareciera del escenario político. En 1909, Díaz concedió una entrevista al periodista James Creelman, en El Paso, Texas. Ahí declaró que México estaba apto para la democracia, y que él vería con gusto que el pueblo eligiera a su sucesor. Madero y varios mexicanos le tomaron la palabra y esto dio lugar a un clima de real debate, como nunca se había visto en el País. Pronto se dieron dos corrientes de ideas. Por una parte, aquellos que, sin tener poder político, poseían influencia social y económica, pero que esperaban ser los herederos del porfiriato. Por otra, aquellos que representaban un...

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