Honran obra de Julio Torri

AutorErika P. Bucio

"En el fondo del salón, de pie en la tarima, un hombrecito lee sin hacer pausas. Inmutable, con el libro en lo alto, terriblemente cerca de los ojos, de modo que su rostro queda oculto y la voz se le desfigura".

La escena ocurre en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y el "hombrecito" en cuestión es Julio Torri (1889-1970).

En su cuento No abras la puerta, el escritor Felipe Garrido rememora sus clases de literatura medieval a principios de los años 60.

Garrido lo recuerda avejentado, de corta estatura y delgado; caminaba con dificultad y había perdido la vista y el oído casi por completo. Sus clases consistían en oírlo leer versos del Arcipreste de Hita y Gonzalo de Berceo.

Ese año, ni Garrido ni sus compañeros supieron que Torri escribía y que era autor de piezas maestras de la literatura breve. Un hombre "auténticamente modesto".

"Era un hombre que no hacía gala de nada, ni de lo que había publicado ni del lugar tan importante que tuvo cuando (José) Vasconcelos fue Secretario de Educación Pública: Torri dirigía las publicaciones de la SEP", recuerda el escritor.

Enseñó en la Facultad de Filosofía y Letras hasta 1964 y fue profesor de la Escuela Nacional Preparatoria durante 36 años. Fundador y jefe del Departamento de Bibliotecas y después director del Departamento Editorial, donde publicó a los clásicos universales.

Publicó su primer texto, Werther, cuando tenía 15 años. Era un lector voraz que leía a un ritmo de 250 páginas diarias. Apareció su primer libro, Ensayos y poemas, en 1917, y el segundo, De fusilamientos, en 1940. Reunió ambos títulos y agregó un tercero, Prosas dispersas, en Tres libros en 1964, que en conjunto suman menos de 200 páginas.

La obra de Torri, de quien este año se recuerda su 50 aniversario luctuoso, tiene fama de ser escasa, refiere Serge I. Zaïtzeff en su artículo Los textos breves de Julio Torri. Sin embargo, apunta, la recopilación de sus páginas "dispersas e inéditas" durante los años 80 "muestra que su producción total es más extensa de lo que se pensaba y sus textos no siempre se limitaron a unas cuantas líneas".

Su apuesta por la brevedad queda recogida en El ensayo corto, donde Torri escribe: "El horror por las explicaciones y las ampliaciones me parece la más preciosa de las virtudes literarias".

Torri se trasladó de su natal Torreón, Coahuila, a la Ciudad de México para estudiar Derecho. Y con Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes, entre otros, fundó el Ateneo...

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