Huele Santa Martha a perfume y barniz

AutorMariano Mangas

"Mi cuerpo podrá estar encarcelado, pero mi espíritu aún sigue libre". La frase, dibujada en un mural de la escalinata El Caracol en el patio principal, define lo que es el penal de Santa Martha Acatitla, de cuyos dormitorios emana un olor a perfume, barniz de uñas, maquillaje, pinturas acrílicas y humedad.

Entre actividades deportivas, meditación, talleres de manualidades o los estudios de preparatoria y universidad, una población de mil 752 mujeres comparte su vida en una superficie de 77 mil 619 metros cuadrados.

A primera vista, Diana aparente ser una estudiante que hace servicio social en Santa Martha, pero al mirar su uniforme azul marino queda claro que es una interna.

A los 18 años, Diana se convirtió en delincuente. Actualmente tiene 22 y le restan 20 años de condena por secuestro.

Para la joven, el centro escolar es un oasis que le brinda la oportunidad de imaginarse fuera de reclusión y de continuar sus estudios de preparatoria.

Al igual que otras internas, su mirada se desvía hacia las ventanas cuando habla del tiempo que le queda en el penal.

A cada paso es posible corroborar que un 70 por ciento de la población oscila entre los 18 y 30 años de edad, muchas con características físicas que las hacen atractivas a los visitantes.

La estructura del penal es similar a un pentágono que, de no estar familiarizado con sus pasillos, lo convierte en un laberinto cuyos andadores de concreto sólo permiten el paso de la luz a través de ranuras de escasos cinco centímetros de diámetro.

Cada dormitorio tiene aproximadamente 8 camas, acomodadas en forma de litera que ocupan pequeños cubículos donde sus habitantes se las ingenian para tener cajones, fotos, peluches, palos de escoba como percheros, cortinas que las hacen sentir más cerca de casa.

En días de visita, la revisión para ingresar al centro de readaptación es aparentemente exhaustiva. A los familiares se les coloca un sello, visible sólo con luz ultravioleta, que servirá como contraseña para la salida.

En las revisiones, las autoridades han encontrado droga en las suelas de zapatos, pegados con cinta al cuerpo o en los genitales de las visitantes.

Edna tiene 25 años de edad, ingresó en el 2007 a la cárcel por consumo y venta de droga, y aunque ha superado su adicción cuenta que la introducción ilegal de estupefacientes obedece a una red que involucra tanto a custodios como a internas.

Incluso, dice, algunas de las internas han estado dispuestas a prostituirse a...

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