Humberto Musacchio/ Croacia: un país con cicatrices

AutorHumberto Musacchio

Para Seljko Peras.

Croacia es un pequeño gran país de apenas 4 millones de habitantes y 26 mil kilómetros de superficie, pero le ha dado al mundo personajes de la relevancia de Diocleciano, el emperador de Roma y sus dominios, o de Marco Polo, cuyas hazañas no requieren mención.

Croatas eran Julio Klovich, el gran miniaturista del renacimiento italiano, e Ivan Mestcovich, uno de los escultores más notables del siglo XX; los físicos Roger Boskovich, primero en enmendar la teoría newtoniana, y Nicola Tesla, pieza clave del proyecto Manhattan y no menos inventor de la radio que Thomas Alva Edison.

En Istria, en el puerto de Rijeka, se hicieron en 1866 las primeras pruebas de esa máquina de muerte que conocemos por el nombre de torpedo, pero en compensación, hace dos siglos de aquí salió una amable prenda de vestir cuyo nombre es en numerosos idiomas una corrupción de la palabra "croata". Me refiero al pedazo de tela que las tropas napoleónicas de ocupación llevaron a toda Europa para que la llamaran corbata, corvata, cravat, cravate, krawatte, grawat, kravat, gravata y de muchas otras formas que siempre remiten al gentilicio de este país balcánico.

Croacia guarda para el mundo la monumentalidad de su capital, la solemne y bellísima Zagreb, lo mismo que la sorprendente diversidad de su geografía en la que se alternan montañas, llanuras, ríos tranquilos y lagos tan absolutamente asombrosos como los que forman el sistema de Plitvichka Jezera.

En esa geografía magnífica hay una franja de territorio que es la única prueba contundente de que el Paraíso bíblico existió: es la costa dálmata, separada del mar Adriático por un archipiélago en el que se aglomeran mil 150 islas, algunas de ellas con altas montañas, una vegetación nutrida y playas de tarjeta postal. Esas islas son la escenografía infaltable a lo largo de los 800 kilómetros de este litoral que parece inventado por algún genio que buscaba la perdición de los hombres entre tanta belleza geográfica y humana.

En la costa dálmata se encuentran ciudades cuyo origen se remonta en ocasiones a 3 mil años. Piedras que griegos o romanos hicieron poner una sobre otra para crear grandes y pequeñas poblaciones, plazas de importancia militar o activos centros comerciales. Con el poder imperial en sus manos, Diocleciano hizo edificar un palacio espléndido en Spalato, renunció al trono y optó por vivir sus últimos días en esa residencia maravillosa en torno a la cual creció la ciudad de Split, que no sólo...

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