Imaginario de la literatura / Dos Lolitas

AutorGuadalupe Loaeza

Desde que era niña tenía el don de perturbar a los hombres. Qué pena me daban esas miradas, las cuales parecían envolverme, mientras pasaba junto a ellos. "¡Qué hermosa!", decían sus ojos llenos de luz. Entonces tendría 12 años, me encantaba masticar chicle bomba y jugar con mi ulaula. Pero un día mi vida cambió. Lo recuerdo bien, esa mañana, mientras tomaba el sol en el jardín, con mi bikini nuevo y mis anteojos en forma de corazón, se presentó un señor como de 40, 50 ó 60 años que buscaba un cuarto de huéspedes. En seguida me di cuenta que mi mamá, que era viuda, estaba encantada mientras mostraba a ese señor nuestra casa, ubicada en la campiña de Nueva Inglaterra. Cuando se toparon conmigo, mamá se puso nerviosísima y balbuceó: "Esta es mi... Lo... Y ésas son mis azucenas". "Sí, sí", dijo él, "¡son hermosas, hermosas!". Claro que no estaba hablando de las flores, sino de mí, lo intuí de inmediato. Después me confesó que al verme le recordé a Annabel, una niña de la que estuvo perdidamente enamorado y que murió de tifus. En una ocasión, me enseñó su foto. Su muerte lo había impresionado a tal grado que el niño Humbert se fue obsesionando cada vez más por las niñas, bueno, eso me contó. "Y aquel primer encuentro sexual, que era inocente y limpio, y el cual me había dejado tan enamorado, con el transcurso de los años, me convirtió en un ser atroz y universalmente imperdonable, en un extraño personaje capaz de sentarse en los bancos de los parques para atisbar el correteo de las niñas, que juegan, sudorosas, en los jardines", me dijo un día llorando.

Qué lástima me daba el pobre viejo. Pero más lástima me dio cuando se casó con mi mamá nada más para estar cerca de mí. ¡Qué tipo!, me había estado espiando mientras mamá le hacía su apple pie, lo invitaba a tomar un drink o escuchaban a Perry Como cantando Don't Let the Stars Get in Your Eyes. ¡Ah!, cómo lo odiaba cuando tocaba una pierna de mi mamá y le fruncía la nariz, como diciendo: "Isn't it romantic?". Después de esas "estúpidas caritas", Humbert le deseaba un "good night" a Charlotte. "¿Tan pronto?", preguntaba ella. "Me voy a escribir mi novela", se excusaba. Entonces se retiraba a su habitación. Se desvestía. Se ponía su bata y escribía en su diario lo que sentía por su Lolita Haze. Sábado: He dejado la puerta abierta durante varios días, mientras escribía en mi cuarto, pero sólo hoy ha caído en la trampa. Entre idas y venidas, pataditas y bromas adicionales (que ocultaban su turbación...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR