Un infierno: 'terapias' de conversión

AutorAntonio Bertrán

Erika Venadero Moreno tiene grabada en la memoria la fecha en la que fue con su madre, doña Elvira, a ver Corazón borrado: el 12 de marzo de este 2019. La pasante de sociología, de 26 años, le dijo al invitarla: "Tienes que ir, mamá, pide el día".

Hacia las siete de la tarde de ese martes, Kika, como le dicen de cariño, y la operaria del departamento de Réplicas en Technicolor Mexicana, que había pedido el día, llegaron al Cinépolis de Centro Magno, en la importante avenida Vallarta de Guadalajara. Compraron un combo con palomitas y refrescos, más unos nachos por el antojo de doña Elvira, y entraron a la sala 4 junto con los invitados del evento organizado por Yaaj, la asociación civil de jóvenes por los derechos de las personas LGBTTTI, a la que Kika pertenece desde diciembre de 2016.

Dado el tema del filme, la historia del hijo gay de un pastor bautista que es enviado a una "terapia" para "corregir" su orientación sexual, doña Elvira se había preparado con pañuelos desechables. Pero quien los usó fue su hija.

Kika empezó a llorar con el primer golpe que un padre le da a su hijo con una Biblia para "quitarle el demonio de la homosexualidad". Entre nacho y nacho, doña Elvira volteaba a preguntarle "¿Estás bien?". La joven lesbiana, que ya se había terminado su combo, siempre le respondió "Sí, estoy bien".

Concluida la función, unos amigos dejaron a madre e hija en una avenida cercana a su casa, en la Colonia Guadalupana del Municipio de Zapopan. Pasaban las once de la noche cuando, caminando hacia el hogar, Kika le explicó a su madre que lloró toda la película porque ella había vivido algo similar, a los 15 años, en aquel retiro promovido por la parroquia del Señor de la Ascensión, al que le permitió ir.

"Mi mamá me dijo que había sido por su culpa y que lo sentía mucho, pero yo le aclaré que no había sido su culpa", dice Kika, quien esa noche inolvidable decidió sincerarse para empezar a contar públicamente su experiencia porque "si no hablamos, esto va a seguir sucediendo".

No hay estadísticas sobre las mal llamadas "terapias" de conversión o reparativas debido a la confidencialidad que suele exigirse a quienes pasan por ellas, pero la psicóloga Tania Rocha advierte que han tomado fuerza como una reacción del conservadurismo al actual avance de los derechos LGBTTTI.

Al menos, cada vez aparecen más testimonios de homosexuales, como Kika, o personas transgénero que por prejuicios fueron presionados a someterse, principalmente en la infancia o adolescencia, a uno de estos esfuerzos para corregir la orientación sexual y la identidad de género (ECOSIGS).

"En sentido estricto no son terapias porque, primero, no hay nada que curar, y seguidamente porque no tienen ningún fundamento científico", subraya Rocha, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM. "También sabemos que hay un negocio detrás de ellas".

El fundamento de estas malas prácticas, explica, son los prejuicios que históricamente han considerado a la homosexualidad como una enfermedad, un pecado o, incluso, un delito.

Desde hace más de cuatro décadas, la Asociación Americana de Psiquiatría y la de Psicología, y después la Organización Mundial de la Salud, retiraron la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.

Lo anterior se destaca en Nada que curar, una guía de referencia para profesionales de la salud mental en el combate a los ECOSIGS, en la que Rocha participó. La didáctica publicación fue presentada el pasado junio en el Museo Memoria y Tolerancia, y está avalada por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el COPRED, la Universidad Nacional y Yaaj.

Su contenido está pensado también para las "personas de primer contacto", ilustra la terapeuta, como los padres, profesores e incluso ministros de culto, con los que un chico o chica se sincera sobre su orientación sexual disidente.

Con sólida información, la guía disponible en www.unodc.org, busca evidenciar la "charlatanería" de quienes se presentan como "ex gays" o "ex lesbianas" porque, enfatiza la especialista, "no hay manera de que por un curso, por una cuestión religiosa una persona cambie su orientación sexual".

Es más: "Nadie puede decir que se convirtió, se corrigió y se transformó en algo normal porque no existe lo normal, la...

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