Creador de inolvidables

AutorÓscar Uriel

Nadie tenía un final como los de sus películas, inesperados, transgresores y poco convencionales en una época que dictaba todo lo contrario. Billy Wilder es considerado unos de los mejores realizadores de películas de estudio, un maestro al inventar protagonistas complejos y uno de los creadores de conclusiones más sorpresivos de la historia del cine.

Si hubo un director que mantuvo su línea de despreocupación en la concepción de su obra fue Wilder, pero cabe destacar que se trata de una excepción que provoca que una docena de sus películas pueda verse en la actualidad sin perder su impacto.

Billy Wilder nació en Sucha, Polonia, el 22 de junio de 1906 y falleció en marzo de 2002, en Los Ángeles. En un principio presentó interés por la abogacía, pero al trasladarse a Berlín decidió probar suerte como reportero y cronista en uno de los periódicos más importantes de la ciudad. La suerte y curiosidad lo llevaron a iniciarse en el guionismo de la creciente industria cinematográfica alemana, pero al percatarse que su origen judío le provocaría problemas decidió huir a París, perdiendo todo contacto con su familia. Años después, Wilder sabría de la muerte de su madre y abuela en el campo de concentración de Auschwitz.

París simplemente fungió como trampolín para emigrar, por consejo de sus amigos, a Hollywood, y, de hecho, su entrada a Estados Unidos fue por tierras mexicanas. Así, una vez instalado en la "meca del cine", emprendió una histórica colaboración con otro escritor que compartía su libertad creativa, Charles Brackett, con quien coescribió legendarios guiones, como la comedias Ninotchka (1939) y Ball of Fire (1941). De esta manera, inició una de las carreras más eclécticas y sólidas que ha atestiguado Hollywood.

Una vez en Estados Unidos, Wilder tuvo la oportunidad de vivir una de las experiencias que marcarían su trabajo al colaborar con el gran realizador Ernst Lubitsch, que siempre lo incitó a buscar "algo más" en sus personajes, lo que lo llevó a una casi obsesión por llegar a la psyche del pueblo estadounidense, enajenado por el poder, el capitalismo y el falso glamour de las estrellas de cine.

Sus guiones siempre fueron agudos y sofisticados, lo que atraía a los realizadores más valientes del estudio; sin embargo, sentía la necesidad de dirigirlos él mismo. Ante su insistencia, Paramount Pictures le concedió filmar The Major and the Minor (1942), su celebrado debut como realizador. Le siguió con igual éxito el drama bélico Five...

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