Instantáneas personales

AutorGerardo Kleinburg

Para Benjamín

1 Mañana se cumplirán 100 años del nacimiento de Dmitri Shostakóvich. Hace, por tanto, 20 lustros que en aquella casa de San Petersburgo (frecuentada por Dmitri Mendeleyev, el "padre" de la tabla periódica) poblada por descendientes de polacos independentistas transformados en leninistas moderados apareció aquel niño aquejado de una fragilidad corporal estremecedora, miope hasta el borde de la ceguera y precozmente dotado para el piano, la composición musical y la lectura. Todas las coordenadas de su vida y su obra parecen encerrarse en aquellas cuatro primeras paredes: debilidad y fortaleza; nacionalismo y visión cosmopolita; compromiso e independencia; creatividad genial y aguda necesidad económica; escepticismo e ironía. ¿Karma?

2 ¿A quién no le habría gustado contemplar la escena? Tiritando de frío, un apretado grupo de espectadores petersburgueses observa una película silente de Chaplin. Entre sus carcajadas con tufo de vodka se hace presente un piano tocado en vivo. Sentada ante él se delinea en la penumbra la silueta de un adolescente que acaba de perder a su padre y que debe contribuir junto con sus hermanas y su madre al precario sostén de la casa. Los lentes de fondo de botella y la esmirriada figura hoy son ya inconfundibles, epónimos. Como lo son los esbozos de la irremediablemente "comprometida" y luego renegada Segunda Sinfonía que caen al piso cuando aquel pianista de cine le da vuelta presurosamente a las hojas de la partitura.

3 Ya lo esboza Solomon Volkov, polémico especialista en el compositor y su supuesto confidente. Shostakóvich, pushkiniano empedernido, se mimetiza muy pronto con su admirado escritor y con una de sus obras maestras: Boris Godunov (lo cual irremediablemente lo funde también con el otro titán de la música rusa: Modest Mussorgksy). A partir de todos ellos y de todo ello el autor de Lady Macbeth del Distrito de Mtsensk adquiere de manera simultánea la personalidad de tres figuras antagónicas del drama histórico en cuestión: la de El Falso Dmitri o El Pretendiente, la de Pimen o El Cronista y la de El Yurodivi o Idiota Iluminado. Del primero bien pueden desprenderse la herencia polaca y la inevitable (o necesaria o acomodaticia) búsqueda de una cuota de poder que le asegurara mediana inmunidad (v.gr. Segunda y Tercera sinfonías). Del segundo, el innegable rol de cronista de un pueblo eternamente en desgracia; de recopilador de su dolor y folclore, de sus nobles e innobles gestas, de su...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR