Integra arte de Romero a Picasso y Los Pitufos

AutorBruno Bartra

Entre Scooby Doo, El Oso Yogi, Los Picapiedra, Picasso y Rembrandt, así como las visitas de maestros mexicanos de la pintura, transcurrió la infancia del artista plástico Armando Romero.

"Estaban las caricaturas por un lado y Picasso y Rembrandt por el otro; mi madre es estudiosa del arte y le encantaba empaparnos de ello, y mi padre es escultor; además, de repente entraban a la casa Francisco Zúñiga, Alfredo Zalce o Raúl Anguiano", recuerda Romero.

Treinta años después, ya se ha consolidado como artista plástico, es el único mexicano de su generación cuya obra subasta Sotheby's y este mes tendrá tres exposiciones dedicadas a su trabajo en Estados Unidos: mañana se inaugura la primera en la galería Leslie Feely Fine Art de Nueva York -diseñada por Frank Gehry-, el 9 en el Museo McKinney de Arte Contemporáneo de Dallas y el 15 de mayo en la Galería Tasende de Los Ángeles.

La muestra llevará el nombre "XX Century Parade" (Desfile del Siglo 20) y en total exhibirá 60 piezas, entre escultura y pintura. Las galerías de Nueva York y Los Ángeles expondrán 15 piezas cada una, mientras que el museo de Dallas albergará 30.

"Hago citas, parodias y tomo imágenes no pictóricas: sticker, cartel, graffiti, foto. Busco conjuntar épocas: puedo tomar de Rembrandt o convertir tres figurillas de arte popular en Kiss, pintándoles la cara".

En la década de 1980, cuando estudió en la Escuela de Arte "La Esmeralda", Romero ya fusionaba dichos elementos con su pintura y además jugaba con las combinaciones cromáticas, algo que le ponía los pelos de punta a Raúl Anguiano, y, a veces, hasta a José Luis Cuevas.

Tiempo después, cuenta, halló a un mentor que comprendió y guió su estilo: Juan Soriano.

"Cuevas siempre fue muy espléndido conmigo, pero el parteaguas para mi pintura y que me ayudó mucho en la cuestión de conceptos de arte, fue Juan Soriano".

El artista jalisciense había llegado de París para trabajar en el estudio del padre de Romero -el escultor Armando Amaya- su pieza La Paloma, la cual actualmente decora la entrada al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey.

Para la década de 1990, Romero ya había obtenido diversos premios en el País, pero, extrañamente, las puertas se cerraron para su obra en México.

"El Museo de Arte Moderno argumentaba que albergaba propuestas modernas y no contemporáneas, el Tamayo decía que era para extranjeros, el Arte Alameda me dijo que sólo era para arte digital, y en el Carrillo Gil me dijeron que era para instalaciones"...

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