Intento de corte sincrónico

AutorTeresa del Conde

Éste texto es un recuento recabado a través de experiencias personales, por lo que de entrada diré que no creo ni en la objetividad del crítico ni en el subjetivismo salvaje. Pienso que el reflejo de lo que el espectador vive, puede semejarse a una imagen del campo artístico que es a la vez, valga la paradoja, idealizada y detractiva. Este campo no es un topos, sino un espacio sin límites precisos que se encuentra siempre en continuo devenir, como si se construyera a sí mismo. En realidad hay una armazón o esqueleto, integrado por secciones, que van configurándolo. Los cambios, las permanencias, las repulsas, las adhesiones, las congratulaciones y los denuestos, etcétera, obedecen a una constelación que rebasa lo concerniente a "las artes" interactuando en cada región de manera variable. Y la secuencia de lo que podemos entender por "época" hoy día ya nada tiene que ver con los periodos de larga duración, como sucedió por ejemplo con la no muy lejana vigencia de la llamada Escuela Mexicana de Pintura, que continúa activa en tanto está visible en murales y museos, fomentando a la vez las adicciones a una tradición filogenética y simultáneamente la repulsa a la misma.

Hasta hace casi tres décadas el Estado Mexicano, siguiendo el modelo francés, fue un fortísimo patrocinador de las artes, si no es que el único. Esta situación se fue modificando de manera paulatina obedeciendo a necesidades socioeconómicas. Pero eso no quiere decir que las jerarquías hayan desaparecido. En tal aspecto la característica principal que ofrece nuestro país respecto de otros -por ejemplo Brasil o Argentina- consiste en que el sistema oficial (y demás sistemas también) continúa siendo piramidal. Tal vez eso no tenga remedio, puesto que somos un país de pirámides. Metafóricamente es posible pensar que lo que ha sucedido en los últimos lustros, amén del fenómeno de globalización, corresponde a una multitud de pirámides de diferentes dimensiones que poseen una característica común: la mayoría son escalonadas aunque las puede haber también que se corresponden con la forma de un tetraedro. Para ascender a éstas, el posible transeúnte tiene que idear un método que le permita desplazarse por las aristas o por los pasadizos interiores si es que pretende alcanzar la cúspide. Los pasadizos suelen ofrecer el esquema de un laberinto o de un jeroglífico que hay que saber descifrar.

Las instituciones públicas y privadas son las pirámides y en sus vértices están los faraones o los tlatoanis, muy lejos de las bases, aunque puede haber excepciones.

Como todo el mundo sabe, en México la principal instancia cultural en cuanto a preservación, manejo y promoción de las artes es, desde su fundación, el Conaculta, que posee una índole legal atípica porque no es una Secretaría de Cultura. Posiblemente funcionaría mejor si lo fuera. Sus dos principales brazos: el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Nacional de Bellas Artes de allí dependen. Posiblemente el primero ha forjado un mayor grado de autonomía que el segundo, y no hay que sorprenderse de ello. El arte del México eterno (tomo esta expresión del título de una exposición internacional muy polémica) es, por antonomasia, el arte anterior a la conquista, aunque sus productores no fueran conscientes de que estaban creando hitos primordiales de...

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