'Intento escribir sencillito'

AutorCristina Hernández

Al periodismo le debe mucho; del periodismo vivía y en el periodismo se formó, aunque la verdadera ambición de Vicente Leñero fue siempre ser novelista de tiempo completo.

"Estuve muchas veces tratando de renunciar al periodismo, para dedicarme a escribir pura literatura, pero las circunstancias no me lo permitieron. Primero Julio Scherer no me dejó ir, luego el golpe a Excélsior; entonces, me comprometí con el grupo y seguí por ese camino", señala.

"No pude abandonar el periodismo hasta que nos jubilamos de Proceso en el 96, y escribí una novela, La vida que se va, que es la que más me ha gustado, tal vez porque la escribí diciendo: 'Ahora sí me voy a dedicar nada más a esto'".

Asegura que escribió muchas novelas, pero la mitad de ellas debió tirarla a la basura.

"No tuve la paciencia para mejorar mi narrativa, sino una compulsión por escribir; luego me metí al teatro, luego al cine... He ejercido todo lo que tiene que ver con la literatura, con el periodismo".

Recuerda que muchos le decían: "No deberías escribir tanto, deberías escribir mejor".

"Me hubiera gustado tener más calma y más tiempo para escribir novelas, que son para mí el género ideal".

Por décadas, su vida se desarrolló entre el periodismo y la literatura; como novelista, dramaturgo, guionista de cine y televisión, cuentista, ejerció una literatura "contaminada" por el periodismo, como él dice.

Hizo de la crónica en Claudia, Revista de Revistas, Excélsior y Proceso un género mayor; publicó novelas como Los albañiles, Estudio Q, Asesinato o La vida que se va y libros de crónicas y cuentos.

¿Cuáles son sus pasiones en la vida?

Mi mujer y mis hijas, tengo cuatro hijas ya no jovencitas y cinco nietos. Hacemos mucha vida familiar, yo no salgo mucho. Doy algunos talleres de guión de cine y en eso me he especializado un poco.

Cada año voy a Madrid a dar un taller de guión cinematográfico, aquí doy un taller organizado por Imcine; en fin, mi trabajo consiste un poco en eso.

A Leñero le gusta asistir a talleres para ser testigo de la formación de los que escriben.

"A eso me dedico más que nada, a participar en los talleres, coordinar, ver la evolución de un trabajo. Yo aprendí gran parte de lo que sé de literatura asistiendo a talleres; en el Centro Mexicano de Escritores, tuve coordinadores o maestros como Rulfo, como Arreola, sobre todo; me formé con ellos, nada mejor para aprender a escribir que asistir a talleres de escritura, de cine, de literatura".

Confiesa que tiene también recuerdos dramáticos de cuando empezó.

"Yo había ganado un premio de cuento de la universidad, donde el jurado eran Arreola, Guadalupe Dueñas, Juan Rulfo, Enrique González Casanova; gané el premio y dije: 'Con esto yo voy a ir a ver a Rulfo; le dije, pues aquí traigo mis cuentos, maestro, y me contestó: 'Yo no voté por usted'".

Según Leñero, el trabajo de formarse como escritor consiste en encontrar la propia voz.

"Para mí fue fundamental estar en talleres con Ramón Xirau, con Arreola, con Rulfo, con...

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