'Lo que me interesaba era no perder sus ojos'

AutorSilvia Garduño y Daniela Rea

Siempre verlo a los ojos. Era lo que Carlos Corzo pensaba mientras conversaba con él, el hombre con una Biblia en una mano y una supuesta bomba en la otra.

El vuelo 576 de Aeroméxico ya había aterrizado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), en un área conocida como "La Gota", aislada de las pistas tradicionales de aterrizaje.

Corzo, asesor instructor y comandante, propuso al capitán Ricardo Ríos salir de la cabina de pilotos -cerrada desde que se anunció la amenaza de bomba- para hablar con el señor que amenazaba con hacer estallar un artefacto explosivo.

En la parte posterior del avión estaba José Mar Flores Pereira, de nacionalidad boliviana.

"Lo primero que hace es enseñarme unos versículos de la Biblia. Trato de ganarme su confianza al máximo. La primera inquietud o preocupación de mi parte era poner a salvo a todos los pasajeros", cuenta Corzo.

Hasta ese momento, la tripulación había comunicado a los pasajeros que se estaba realizando un procedimiento de seguridad, pero nunca se les informó que se trataba de una amenaza de bomba.

Corzo era el único interlocutor con el pasajero boliviano, y trataba a toda costa de mostrar empatía con él, que insistía en que debía dar un mensaje a la humanidad entera, aún si moría en ello.

Según Flores Pereira, pronto vendrían catástrofes de grandes dimensiones, por lo que debía de alertar al mundo.

"Le digo que soy una persona que cree que es bueno dar un mensaje, pero que ésa no es la forma. Que efectivamente vivimos en un mundo en el cual no siempre adquirimos lo que deseamos, pero tampoco es la forma. Que uno desea ser escuchado pero no siempre tiene los medios ni la forma. Que debía canalizar esa energía por los canales adecuados.

"Empezó a entender que de alguna manera yo lo escuchaba. Le permití que me explayara todos sus deseos y necesidades", admite.

Durante casi todo el tiempo, el boliviano manifestaba una tranquilidad absoluta. Decía que tenía una paz interna muy grande. Sin embargo, por momentos se ponía a llorar y a orar.

"Había que darle su espacio", dice Corzo, quien durante 50 minutos daba vueltas por la aeronave, calmando a algunas personas y manteniendo la conversación con el boliviano.

Ya entrado en confianza, Flores Pereira mostró a Corzo un extraño dispositivo. A opinión del piloto, eran dos tabiques forrados en papel canela.

"Podía ser cualquier cosa. Era la forma física de un tabique de albañil con papel canela y me dice que ésa es la bomba. Yo no le presté...

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