Invitan a asomarse al mundo de Aleix

AutorSergio R. Blanco

Asomarse a un cuadro de la pintora catalana Montserrat Aleix (1908-2003), que llegó a México con su marido e hijas en 1950, es introducirse en un mundo donde la humanidad convive líricamente en su quehacer cotidiano, y vive cada minuto de su existencia con dignidad, sin establecer diferencias entre los momentos de trabajo y los de esparcimiento.

De esa observación emergen los recuerdos reconstruidos de una vida en plenitud, remembranzas plasmadas sobre el soporte después de haberse macerado en el tamiz de una memoria que impregna de color, amabilidad y sencillez todas las composiciones.

La cosecha en el campo, la preparación de los alimentos, el viaje a tierras lejanas, la tarde de domingo con la familia en un lago, la conversación en casa, la fiesta, la despedida, todas son escenas que, sumadas, constituyen una travesía vital en la que cada momento es considerado un regalo.

El quehacer plástico de Aleix comenzó a los 65 años y desde que descubrió que el pincel le posibilitaba recrear universos soñados en el espacio finito de un rectángulo, la pintura se volvió su compañera inseparable durante tres décadas.

"Pintaba todos los días, era algo expresivo, una necesidad para ella. Y no pintaba por vender, pintaba por placer", recuerda la galerista Ana María Pecanins, su hija.

De hecho, empezó a crear a escondidas sobre los cartones de las camisas de la tintorería de su marido, de una forma intuitiva. Los colores eran planos y brillantes, las figuras humanas se resolvían con pocos trazos y las composiciones transitaban directamente de su imaginación hasta el lienzo, sin bocetos previos ni dibujos guía.

El traslado del matrimonio Pecanins a Cuernavaca a principios de la década de los 70 debido a la salud delicada de su marido, Jesús Pecanins, marcó para ella el principio de una nueva faceta, nunca antes imaginada: colocó un caballete en la cocina, y a este nuevo objeto dedicó desde entonces las horas en que las musas de su fantasía bailaban de un retazo de memoria al otro.

La galería Pecanins, dirigida por Teresa y Ana María...

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