Isabel Turrent / 2013

AutorIsabel Turrent

Hacer balances del año que se va y trazar esce- narios del que se anuncia es una actividad muy socorrida en los últimos días de diciembre. Los recuentos y las profecías -así como los buenos propósitos- se elaboran como si realmente las últimas campanadas de las doce que dan paso a un nuevo año marcaran una frontera que detuviera el rumbo de los hechos y los encauzara por uno nuevo. Eso nunca sucede, ni siquiera con el fin de un Baktún maya: la historia sigue su curso sin hacer caso de nuestra versión del tiempo. Por ello, trazar escenarios a corto plazo no es una tarea tan difícil. ¿Cómo será el 2013?

2012 se encargó de poner los cimientos de los años por venir en diversas regiones y países del planeta. En Asia, China y Japón vivieron relevos de mando. Previsiblemente, el liderazgo colegiado chino seguirá gobernando bajo el mismo esquema dual que se consolidó en 1989, después de la masacre de Tiananmen: un sistema económico abierto y pujante (que dicen los profetas largoplacistas se convertirá en siete años en la economía más grande del mundo), y una estructura de poder de partido único, autoritaria y represora. Previsiblemente, los modos de gobernar chinos transitarán por el 2013 sin mayores sobresaltos. No así la relación entre Beijing y Tokio. El electorado japonés le dio una nueva oportunidad a Shinzo Abe, del dinosaúrico PLD. Un político ultranacionalista, que no resolverá la deflación nipona si no desregula la economía y aplica otras reformas profundas, pero puede elevar la temperatura de la guerra tibia que escenifican China y Japón alrededor de un pequeño grupo de islas en disputa: las Diaoyu o Senkaku.

En el Medio Oriente no habrá nada nuevo: los conflictos se multiplicarán en los meses por venir. El presidente sirio, Bashar al-Assad, difícilmente se mantendrá en el poder 12 meses más. Si la oposición triunfa, la caída de Assad abrirá un periodo de enfrentamientos entre los muchos grupos étnicos y religiosos que conforman Siria que podría desmembrar al país o llevar a otro partido islámico al poder. Pero tendría también el efecto benéfico de debilitar a Jizbolá -el grupo islámico que se ha convertido en un Estado dentro del Estado libanés- y a su principal patrocinador: Irán. En Egipto continuará el estira y afloja entre la Hermandad Musulmana que encabeza el gobierno y quienes quieren una democracia moderna. Ésta seguirá siendo una meta distante, mientras la oposición no se organice y construya un partido político que pueda...

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