Isabel Turrent / Bush y el Medio Oriente

AutorIsabel Turrent

El éxito de cualquier política exterior, es obvio, se mide por sus logros. Un país con una diplomacia medianamente respetable traza metas a corto y a largo plazo y estrategias, lo más realistas y eficaces posibles, para alcanzarlas. Si la suma de objetivos conseguidos es el mejor indicador de un buen desempeño diplomático, la política exterior del gobierno de George Bush en el Medio Oriente ha sido un fracaso abismal: ha conseguido exactamente lo opuesto de lo que se proponía.

La diplomacia de Bush contenía, hasta el 11 de septiembre del 2001, un solo postulado: abandonar la tradición clintoniana que había colocado a Washington como árbitro en la disputa entre palestinos e israelíes. Estados Unidos mantendría su política de apoyo a Israel, pero dejaría a los contendientes en el Medio Oriente resolver sus disputas por sí mismos. El desplome de las torres gemelas confrontó al gobierno estadounidense con un vacío programático hacia la región que había nutrido los atentados terroristas de septiembre. Bush invadió Afganistán y posteriormente Iraq, sin dedicarle un minuto de atención al impacto que tendría la metamorfosis de Estados Unidos: de un solo golpe el país pasó de ser el juez y árbitro entre los contendientes de la zona, a ser un actor más del mapa geopolítico del Medio Oriente.

Washington elaboró una doctrina ex post facto para la región, que era, de hecho, la justificación de hechos consumados y que intentaba cubrir los errores de inteligencia que habían acompañado la invasión a Iraq. La misión civilizadora estadounidense consistiría ahora en promover la democratización del Medio Oriente. La democracia se extendería como reguero de pólvora por la región, aislaría automáticamente a los regímenes más represivos -especialmente a la teocracia iraní-, fortalecería a los grupos progresistas, y debilitaría a las organizaciones fundamentalistas de cuyas filas habían salido los terroristas que habían escenificado el 9/11.

El proyecto bushiano para un "nuevo" Medio Oriente tenía graves fallas de origen: no incluyó ninguna estrategia eficaz para lograr su objetivo y olvidó que la democracia no puede exportarse en la punta de las bayonetas. El sistema democrático nace y se fortalece en el seno de las sociedades que lo adoptan. Si, en Afganistán, la democracia ha avanzado a tropezones y formado islotes en medio de un orden semifeudal que no promete desvanecerse pronto, en Iraq, el destino de una democracia fragilísima quedó en manos de la mayoría...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR