Isabel Turrent / La cara oscura de la web

AutorIsabel Turrent

La Primavera Árabe se convirtió hace unos meses en el símbolo de las bondades de la informática moderna. En efecto, fueron las redes sociales, blogs y otros sitios de internet los que convocaron y dirigieron a las decenas de miles de manifestantes que tiraron a un régimen tiránico tras otro en los países islámicos del norte de África. Fue también la web la que transmitió las imágenes de los manifestantes y sus demandas a todos los rincones del planeta. Observadores y participantes festejaron a las redes sociales como fuerzas liberadoras y eficaces canales de comunicación.

El bombazo que devastó las oficinas del gobierno noruego y el asesinato a mansalva de decenas de jóvenes miembros del liberal Partido Laborista noruego, reunidos en la pequeña isla de Utoya, son el reflejo del otro rostro de internet: la cara oscura. El asesino, Anders Behring Breivik, es noruego por casualidad. Breivik no es producto de la atmósfera política de su país, notable por sus virtudes cívicas, su pacifismo y un desarrollo económico que tiende a limar las desigualdades sociales. Breivik podría haber sido norteamericano, austríaco, húngaro o finlandés. Es producto de la retórica racista y discriminatoria de los partidos de derecha que han cobrado fuerza en toda Europa, para no hablar de Estados Unidos, y, sobre todo, de la blogósfera, que ha permitido a grupos y miembros de la franja lunática conservadora diseminar sus ideas y reclutar adherentes.

La reacción de los partidos y de blogueros a los que Breivik citó por nombre y apellido en un largo comunicado que subió a internet antes de los ataques que llevó a cabo en Oslo y Utoya no es ninguna novedad: se han desvinculado automáticamente del asesino al que inspiraron y de las ideas que comparten con él. Lo mismo sucedió cuando Jared Loughner disparó en enero sobre la diputada Gabrielle Gifford en Arizona después de que el Partido del Té la incluyó en el mapa político de mirillas de rifle que apuntaban a los políticos liberales a los que los republicanos debían derrotar.

Los radicales ultranacionalistas, fanáticos y racistas, nunca asumen su responsabilidad. En Noruega, Siv Jensen, la dirigente del Partido del Progreso, que es la segunda fuerza del Parlamento con el 22.9 de los votos que recibió en la última elección gracias a su retórica xenófoba, se sorprendió ante el hecho de que Breivik hubiera militado por años en las filas de su partido. No debería estar tan sorprendida: la retórica política de este partido...

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