Isabel Turrent / En defensa del voto

AutorIsabel Turrent

El talón de Aquiles de todos los sistemas políticos que la humanidad ha inventado desde que pasó del nomadismo recolector al sedentarismo agrícola, ha sido el problema de la sucesión. Algunas oligarquías lograron mantener la estabilidad por decenios o siglos -como algunas ciudades Estado en lo que sería desde el siglo XIX Italia- para fragmentarse inevitablemente cuando los clanes familiares que las formaban empezaron a luchar entre sí y el poder se pulverizó o derivó en el gobierno de un solo hombre. Y las sociedades gobernadas por un solo hombre -y unas cuantas mujeres- a lo largo de la historia mantenían la estabilidad política mientras duraba el carisma del líder o la diosa fortuna las premiaba con sucesores con talento para gobernar.

Siempre fue una apuesta imposible. Era jugar a la ruleta rusa. Todas las monarquías o dinastías -si pensamos, por ejemplo, en China- naufragaron cuando el monarca en turno se hundía en el desgobierno, el dispendio, la corrupción y el deporte costosísimo, y al parecer irresistible, de la guerra. Las sociedades no tenían otro camino para disponer del gobernante que las desgobernaba y empobrecía que la revuelta, rebeliones sangrientas que generalmente eran reprimidas de manera implacable, o la revolución (como la que acabó con la añeja monarquía francesa en 1789 o el zarismo ruso en 1917).

Por eso la democracia parlamentaria inglesa -que se extendería por Occidente en su versión presidencial- resultó la solución ideal. No libró a ningún país de revueltas y guerras, pero los estratos sociales que fueron incorporados como votantes a las democracias con el paso del tiempo sabían que la sucesión dependía ahora de su poder de veto: el voto.

Para desgracia de las protodictaduras populistas y las autocracias en ciernes del mundo de hoy, las elecciones se convirtieron en un instrumento imprescindible de legitimidad para gobernar. Entonces decidieron manipular el voto. Primero, silenciando o deslegitimando a los medios independientes. Y en los últimos años, con la ayuda de instrumentos digitales como Facebook y la adquisición de la información que guardan de sus seguidores. La compra y manipulación electoral de esa información personal fue decisiva para el triunfo de Brexit en Inglaterra y de Trump en 2016.

Los políticos...

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