Isabel Turrent / Futbol de exportación

AutorIsabel Turrent

Hay -según la columna Bagehot de The Economist (junio 12, 2010)- muchas maneras de conocer a un país. Su literatura, arte y mitos son algunas. Otra vía eficaz es a través de los deportes que juega. La tesis suena sugerente. El desarrollo del artículo es aún más atractivo. Plantea una guía útil y automática para leer a un pueblo a través del deporte. En este caso, por supuesto, del futbol. Bagehot despacha de un plumazo a Estados Unidos y su selección: el disgusto de la afición estadounidense por los tiempos corridos del soccer habla de su acendrado capitalismo y la pose que rechaza el futbol y le otorga un rating más alto a un juego de hockey que al enfrentamiento de su selección con Inglaterra, de un provincianismo deplorable y la tendencia de ese país a refugiarse en un arrogante aislamiento. Puede ser. En términos tan generales, todo es posible.

Bagehot entra en terreno más resbaladizo cuando dirige sus baterías, y analiza con más detalle, a su propia selección: la inglesa. Esta selección, afirma, es el reflejo preciso de la nueva situación económica y política del país: se acabaron los despliegues de consumismo hedonista propios de un pasado reciente cuando el gobierno gastaba al mismo ritmo de David Beckham (y su insufrible y dispendiosa consorte), como si Inglaterra tuviera un radiante futuro económico asegurado. Pasó también a mejor vida la arrogancia de un equipo que se proclamaba merecedor de la copa cada cuatro años. El equipo inglés es ahora más austero y humilde. Los ingleses, inmersos en una realidad más sombría, ven a su equipo, dice Bagehot, como es: un grupo de jugadores comprometidos pero no excepcionales, liderados por un solo futbolista genial -Wayne Rooney-, que, sin embargo padece dos vicios muy ingleses: "la petulancia" y la indisciplina.

El problema con el artículo de The Economist es que si su selección refleja puntualmente la situación económica y política de Inglaterra, eso no confirma ninguna regla: se trata simplemente de una coincidencia. A lo largo de la historia y en cualquier latitud, el desempeño futbolístico de un equipo ha sido todo menos el reflejo automático de la situación de su país. El futbol ha sido alternadamente y, a contracorriente de la pedestre realidad, una válvula de escape, un mecanismo de compensación o una guía de salida para los problemas de las naciones futboleras.

El Brasil de los años sesenta y setenta es el mejor ejemplo de una selección exitosísima que representaba a un país...

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