Isabel Turrent / Hungría: el temible Orban

AutorIsabel Turrent

En 1990, Fidesz, el partido racista de ultraderecha que ganó casi el 50% de los votos en la elección parlamentaria húngara del 8 de abril, era un partido de jóvenes liberales dispuestos a aprovechar la caída del muro de Berlín, para convertir a su país en una democracia vibrante. En sus oficinas, en el corazón de Budapest, asesores y activistas habían diseñado una propaganda optimista y moderna. Todavía guardo uno de los stickers que jugaban con el verde, blanco y rojo de la bandera húngara invitando a votar por un futuro mejor.

Viktor Orban, miembro de Fidesz, no era tampoco el líder milenarista que encabeza hoy una imaginaria "guerra civilizatoria" contra los enemigos de la Europa cristiana; la última barrera para contener a refugiados e inmigrantes islámicos que previsiblemente destruirán a Hungría y sus valores tradicionales. Guerra en dos frentes, porque Orban, como todo líder autoritario, se ha inventado más enemigos: los "especuladores apátridas" que encabeza George Soros.

Soros, el multimillonario húngaro y judío, que financiaba desde entonces causas liberales -el mismo que presidía los posters antisemitas de campaña de Fidesz en abril de 2018, "invitando" a las hordas de inmigrantes terroristas a Hungría-, le había otorgado dos años antes una beca a Orban para que se fuera a estudiar a Oxford un tema que le apasionaba: "el renacimiento de la sociedad civil".

El tránsito de Orban de la democracia liberal que pregonaba Fidesz en 1990, a la democracia iliberal que empezó a construir en 2010, pasó por un gobierno de coalición, dos derrotas electorales, y el declive económico anterior a la incorporación de Hungría a la Unión Europea en 2004.

Su modelo no es ideológico, sino pragmático. Uno de sus colegas en el Fidesz de principios de los noventa recuerda que el objetivo de Orban no era una utopía o ganar una lucha civilizatoria, sino "llegar al poder y conservarlo a cualquier costo".

Para lograrlo explotó la historia y los miedos atávicos (que todos tenemos) y que marcan la cultura política húngara -el miedo al Islam legado de centurias de vecindad con los otomanos, el temor a desaparecer como nación y el antisemitismo-. Difuminó las fronteras entre Fidesz -el único partido que "representaba al pueblo"- y el Estado, y transformó cualquier victoria de la oposición en una "amenaza existencial a la Nación". Y a él mismo, que encarna a los dos: al Estado y a la Nación.

Después de sus triunfos en 2010 y 2014, centralizó el poder en su...

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