Isabel Turrent / Si las mujeres no votaran

AutorIsabel Turrent

Gracias a las precisas encuestas de salida, pudo trazarse inmediatamente el perfil de los votantes que derrotaron al candidato republicano Mitt Romney en las recientes elecciones en Estados Unidos. Se habla de una nueva alianza que orquestó el regreso de Barack Obama a la Casa Blanca y asegurará previsiblemente el dominio demócrata si el partido republicano sigue sirviendo a los intereses de su ala más conservadora. En esa alianza, los latinos ocupan un lugar de honor: desmintieron los cálculos republicanos que los desecharon bajo el supuesto de que los latinos no saldrían a votar en masa, porque nunca lo habían hecho, y le regalaron a Obama varios estados indecisos y sus votos electorales. Los jóvenes, los asiáticos y otras minorías se sumaron también a la nueva alianza demócrata.

Sin embargo, Obama nunca hubiera vuelto a la Casa Blanca si las mujeres no hubieran votado por él. El Presidente ganó 36% más de votos femeninos que Romney. La apuesta republicana suponía que a pesar de la guerra contra las mujeres que emprendieron muchos de sus candidatos -incluyendo a Paul Ryan, el compañero de fórmula de Mitt Romney- la religiosidad conservadora determinaría a fin de cuentas el voto femenino. Los republicanos se equivocaron: las mujeres votaron con conciencia de género y fueron votadas como pocas veces en la historia de ese país: 20 senadoras y 81 representantes formarán parte del nuevo Congreso.

Para visualizar la abismal diferencia entre una democracia que incluye la voz y el voto de las mujeres y la democracia blanca y masculina que hubiera caracterizado el gobierno de Romney, basta remontarse al pasado relativamente reciente y viajar a Nueva York en el siglo XIX. A pesar de que la ciudad era entonces, como ahora, la vanguardia financiera, industrial, cultural y política del país, ese Nueva York hubiera sido el sueño de Romney: una democracia de hombres blancos que ejercían el derecho a votar desde 1826. Los intereses de los trabajadores de la ciudad se habían colado lentamente en la agenda política, pero no es exagerado afirmar que durante casi todo el siglo XIX las leyes neoyorquinas reflejaron y protegieron los intereses de comerciantes, industriales y financieros y un orden económico de libre mercado que los favorecía a ellos y a nadie más.

Las mujeres no tenían ningún derecho -ni siquiera el de propiedad- y la igualdad política con los hombres era inimaginable. A pesar de que se organizaron una y otra vez para demandar el derecho al...

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