Isabel Turrent / Siria y el resto

AutorIsabel Turrent

Las cifras hablan por sí mismas sobre la violencia de la guerra civil que ha devastado Siria: 70 mil muertos; más de un millón de refugiados que han huido del país y se han acomodado como han podido en Turquía, Jordania y Líbano, y 2 millones más de desplazados que se han agolpado en las zonas fronterizas con la esperanza de salir si la situación se deteriora aún más. No se necesita tener una bola de cristal para predecir que eso es precisamente lo que sucederá. El gobierno de Bashar al-Assad y los grupos rebeldes que han convertido a Siria en un campo de batalla desde hace dos años están enfrascados en una guerra donde nadie está dispuesto a ceder un ápice. A diferencia de Hosni Mubarak en Egipto, Assad ha decidido llevar hasta sus últimas consecuencias una lucha existencial para mantener el derecho dinástico heredado de su padre para gobernar el país a su antojo. Para ello ha echado mano de todos los instrumentos militares a su alcance, incluyendo, al parecer, el uso de armas químicas. Y las trece facciones rebeldes tienen un solo denominador común: no depondrán las armas hasta derrocar a Bashar al-Assad.

Siria se ha convertido en el escaparate de los choques sectarios, étnicos y religiosos que alimentan los muchos conflictos que desgarran el Medio Oriente: de la confrontación entre chiitas y sunitas y entre minorías religiosas, como los cristianos, y étnicas, como los kurdos, que buscan obtener diversos grados de autonomía.

La guerra civil siria es también el espejo de la politización del Islam -el legado más oscuro del Ayatollah Khomeini- que ha llenado el hueco ideológico que dejó el marxismo y se ha convertido en una utopía política y un instrumento de lucha con sanción divina. Todas las facciones rebeldes en Siria enarbolan diversas tonalidades de islamismo político: desde Jabhat al-Nusra, que ha reconocido sus ligas con Al Qaeda, hasta grupos más moderados como los Batallones Farouq.

Los contendientes se han radicalizado también porque casi todos tienen aliados externos que les dan apoyo político y militar en función de sus propios intereses y de las filiaciones de rebeldes y gobierno. Rusia e Irán han surtido con armas, asesores y personal militar al régimen de Assad: el Kremlin no quiere perder la punta de lanza que conserva en la región como legado de la Guerra Fría y Teherán quiere mantener a toda costa a su mejor aliado -Bashar al-Assad- en el poder para extender su dominio sobre la región. Qatar y Saudi Arabia han financiado a...

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