Isabel Turrent / Los números tras la elección

AutorIsabel Turrent

Los electores norteamericanos que formaron colas interminables para votar el 4 de noviembre, le pusieron punto final al proyecto conservador que encabezaron por ocho largos años George W. Bush y la eminencia gris de su gobierno, el poderoso vicepresidente Cheney. De un solo golpe desapareció la posibilidad de que la llamada "doctrina ejecutiva unitaria" adquiriera legitimidad constitucional. Esa doctrina, que dio de hecho poderes dictatoriales al Ejecutivo estadounidense para imponer leyes represivas, espiar a sus gobernados sin ninguna supervisión del Legislativo, diseminar evidencia falsa (como la que pretendió legitimar la guerra en Iraq), y detener y torturar a prisioneros, hubiera erosionado sin remedio la democracia estadounidense si hubiera sido aprobada por la Suprema Corte de Justicia. Los republicanos se quedaron a un paso de lograrlo: otros cuatro años en el gobierno les hubieran permitido elegir a uno o dos jueces de la Corte y consolidar la mayoría conservadora que necesitaban para dar validez constitucional a su agenda política.

La elección de Barack Obama podría también ser el principio del fin de la estrategia republicana que Richard Nixon inauguró en 1968, cuando decidió explotar -con éxito- el resentimiento de la población blanca frente al apoyo que Lyndon Johnson dio al Acta de Derechos Civiles que establecía la igualdad de derechos entre blancos y negros. De ahí surgió la llamada "estrategia sureña" que dio a los republicanos el control de la Casa Blanca en siete de las últimas 10 elecciones presidenciales. La estrategia del resentimiento se extendió, con el paso de los años, de los trabajadores blancos de cuello azul y cuello blanco, a la derecha cristiana para la cual lo fundamental son los asuntos de conciencia como la oposición al aborto y la educación religiosa en las escuelas, "creacionismo" incluido.

Obama empezará a gobernar con un inmenso poder institucional: ganó por una mayoría aplastante de votos electorales. Los votantes dieron a los demócratas una clara mayoría en la Cámara de Representantes y, con el previsible apoyo de algunos senadores de oposición, un poder casi de veto en el Senado. En la Suprema Corte, Obama podrá nominar a uno o dos jueces y asegurar el equilibrio entre conservadores y liberales. Cuenta, además, con la buena voluntad de los países que han sido los aliados tradicionales de Estados Unidos y que, hartos del unilateralismo y la política de poder militar del gobierno republicano...

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