Jaime Sánchez Susarrey / El giro

AutorJaime Sánchez Susarrey

Manlio Fabio Beltrones y los senadores priistas dieron un giro muy importante. La reforma energética no saldrá este año, pero a cambio será una reforma integral de Pemex. "La tecnología -señaló Beltrones- la tenemos que buscar en el exterior. Si se vende, comprarla. Si no se vende, adquirirla mediante alianzas estratégicas. El no hacer nada es lo peligroso. Nosotros estamos dispuestos a modernizar Pemex".

Y no, no le falta razón al senador Beltrones. La situación ha llegado al límite. Los pasivos de Pemex ascienden a un billón 500 mil millones de pesos (si se considera la deuda en Pidiregas). Pero además, las reservas probadas alcanzan apenas para nueve años. Por eso los 31 mil millones de pesos que recibirá la empresa en el contexto de la reforma fiscal aprobada equivalen a recetarle una aspirina a un enfermo en trance de muerte.

Los problemas no se reducen a la búsqueda de nuevas formas de financiamiento. La empresa funciona mal. No hay controles ni rendición eficaz de cuentas. El sindicato goza de una serie de privilegios inaceptables. Además, la explotación de petróleo en el Golfo de México exige tecnología que no se puede adquirir en el mercado y obliga, por lo tanto, a la asociación con empresas multinacionales.

Los males de Pemex tienen cura. La receta existe. La experiencia de Petrobras en Brasil es ejemplar. La dirección de la empresa está en manos del Estado que controla las acciones tipo A, pero los inversionistas privados participan con acciones tipo B. El resultado es doblemente positivo: al mismo tiempo que se generan los recursos financieros que se requieren, la participación de los accionistas privados en el consejo de administración impone nuevas formas de gestión y productividad.

Esto es lo que puede y lo que se debe hacer en México. No se ha realizado por falta de voluntad política y porque en torno del petróleo se han creado grandes mitos y falsos lugares comunes: Pemex es de todos los mexicanos. Abrir la empresa a la inversión extranjera equivale no sólo a privatizarla, sino a poner en riesgo la soberanía nacional. Quien sostenga lo contrario es un traidor al servicio del imperialismo y de las firmas transnacionales.

El problema es que el futuro nos alcanzó y Pemex está ya al borde de la bancarrota. Así que no hay otra salida que emprender un cambio radical e integral. La llave de ésta y otras reformas la tiene el PRI. Las elecciones del 2 de julio del año pasado y la intransigencia del PRD convirtieron a los priistas...

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