Jaime Sánchez Susarrey / Adiós a la prohibición

AutorJaime Sánchez Susarrey

La inminente legalización de la marihuana en Uruguay (ya se aprobó en la Cámara de Diputados y se da por descontado que pasará en el Senado) sienta un precedente. Se trata del primer Estado del mundo que contraviene abiertamente los ordenamientos de la ONU. La cannabis no sólo se podrá consumir, sino producir y comprar con fines recreativos.

La ley aprobada ha suscitado críticas de un lado y de otro. De parte de los opositores se advierte el riesgo de que el consumo se dispare. Y de parte de los que están a favor se critica una legislación abigarrada que, entre otras cosas, obliga a los consumidores a darse de alta en un padrón oficial para comprar el producto.

Pero más allá de esa discusión, y de los comparativos que se podrían hacer con otras legislaciones, lo relevante es que ya no se trata dos entidades de la Federación, como ocurrió en Estados Unidos, sino de un Estado con todos los derechos y obligaciones que establece la ONU.

Es cierto que Uruguay es un país pequeño, con apenas 3 millones 200 mil habitantes y, como advierte su presidente, José Mújica, 13 millones de vacas, donde la violencia nada tiene que ver con lo que pasa en México o Colombia, y donde además el consumo de drogas no se asemeja ni remotamente a lo que ocurre en los Estados Unidos.

De hecho, la legalización de la marihuana en Uruguay, Colorado y Washington constituye el mayor desafío que ha enfrentado la ONU. Primero, se reconoce el derecho de los ciudadanos a consumir una droga que, según la clasificación de la ONU y la DEA, está en el primer nivel de peligrosidad porque "es altamente adictiva y no tiene beneficios medicinales".

Segundo, los países que habían avanzado más en la despenalización del consumo (Portugal y Holanda) no se habían atrevido a contravenir los ordenamientos internacionales que sancionan penalmente la producción y venta de la cannabis.

En Portugal, el consumo de drogas merece apenas una sanción administrativa equivalente -por decir algo- a una infracción de tránsito. En Holanda, el consumo se puede efectuar en los coffee shops sin mayor problema. Pero en ambos casos, la producción y venta sí está penalmente sancionada.

Y no es casual que así sea. Los ordenamientos de la ONU son relativamente flexibles respecto a la despenalización del consumo, es decir, cada Estado tiene la facultad de determinar el grado de la sanción para el consumidor, pero es inflexible en la criminalización de quienes la producen y venden.

De ahí la ambigüedad de los...

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