Jaime Sánchez Susarrey / Hugo, Andrés y el pajarito

AutorJaime Sánchez Susarrey

Pese a tratarse de una elección de Estado, en la que el candidato oficial contó con recursos ilimitados y una presencia apabullante en los medios electrónicos, la victoria de Nicolás Maduro fue pírrica. Se impuso por 262 mil votos sobre un total de 14 millones 856 mil sufragios. Su ventaja fue apenas superior al 1 por ciento.

Henrique Capriles ha puesto contra las cuerdas al chavismo. Su triunfo es moral, dada la desigualdad de la contienda, y ya tuvo repercusiones internacionales. Estados Unidos ha condicionado el reconocimiento de Nicolás Maduro a que se efectúe el recuento de votos.

Capriles ha denunciado el desalojo de los representantes de la oposición -en algunos casos a punta de pistola- de 300 centros electorales, donde votaron 700 mil personas, y ha referido, también, anomalías estadísticas -como el hecho de que en algunos centros se registró mayor votación por Maduro que por Chávez en 2012.

A pesar de esas irregularidades, no es ni remotamente probable que la autoridad electoral acepte el recuento ni que recule en el reconocimiento de la victoria de Maduro. Sin embargo, cabe apuntar que un resultado tan apretado expresa, por sí sólo, que el gobierno no controla a voluntad las elecciones, porque si así fuera Ma- duro habría obtenido una diferencia mayor e incuestionable.

Para Capriles se abre una disyuntiva muy simple: o continúa con las protestas y desconoce al nuevo gobierno o se sienta a negociar las condiciones para que los procesos electorales futuros sean más equitativos y transparentes.

Ante semejante dilema, la experiencia mexicana debería servirle para tomar la decisión correcta. En 1988 el PAN aprovechó la crisis electoral para negociar cambios fundamentales que cimentaron nuevas instituciones y permitieron la alternancia en la Presidencia en 2000.

El PRD, en cambio, se mantuvo al margen de las negociaciones y se transformó en la tercera fuerza. En 2006 López Obrador optó por un camino similar. Pero es un hecho que si hubiera utilizado su capital político para negociar una agenda, su victoria se podría haber dado por descontada seis años después.

El peor error que podría cometer Henrique Capriles sería no reconocer que el chavismo está en fase terminal. El socialismo bolivariano se podía definir por tres características: era el gobierno de un solo hombre; Hugo Chávez gozaba de un carisma indiscutible; contaba con los enormes recursos del petróleo.

Hoy no existe ninguna de esas condiciones. Y aunque era difícil predecir la...

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