Jaime Sánchez Susarrey / Perogrulladas

AutorJaime Sánchez Susarrey
  1. No todos los cárteles son iguales. Los grados de brutalidad y violencia varían. Los Zetas son los más sanguinarios y su espacio delincuencial incluye trasiego de droga, secuestros, derecho de piso y piratería. El Cártel de Sinaloa, en cambio, se concentra más en el tráfico de drogas y hay evidencia -tal como declaró El Jabalí, jefe de plaza en Sonora- que el secuestro y la extorsión no forman parte de sus actividades delictivas. La Familia, en cambio, tiene una dimensión religiosa y arraigo social en Michoacán. Tres formas de organización y operación que determinan diferentes grados de violencia y de riesgos para la población.

  2. No se puede enfrentar a todos al mismo tiempo. Las consecuencias de una guerra abierta e indiscriminada están a la vista. Los golpes más eficaces han podado las organizaciones criminales, agudizado los niveles de violencia y lo más importante: expandido el fenómeno a otros estados y municipios. La metáfora tiene sentido: la intervención de las Fuerzas Armadas ha producido una metástasis. Zonas y ciudades, relativamente tranquilas, como Guadalajara, corren el riesgo de ser devoradas por la espiral de la violencia, porque el Estado tiene la fuerza para arrestar (o eliminar) al capo mayor, pero es incapaz de impedir una guerra por la conquista o reconquista de la plaza.

  3. El deterioro y la complejidad del problema pueden medirse con tres indicadores: a) hace casi dos años, la secretaria de Relaciones Exteriores confinó el problema a tres estados de la República (Chihuahua, Baja California y Sinaloa); hoy la violencia se ha apoderado de la frontera norte y de estados que no tenían mayores problemas; b) los primeros decapitados aparecieron en Uruapan a finales de 2006, hoy son una práctica común en toda la República a la que se suman los ataques con granadas y las ejecuciones masivas de jóvenes y migrantes; c) la suma de ejecuciones alcanza ya los 30 mil y de continuar esta tendencia -como es previsible- al final del sexenio rondará los 60 mil.

  4. Urge fijar una estrategia y objetivos precisos. Los decomisos de drogas y armas no son indicadores razonables. De entrada, porque no deben ser referidos a años anteriores, sino a los volúmenes que se trafican y contrabandean cada año. Pero además, porque el objetivo fundamental y prioritario debe ser la contención del fenómeno. Urge, en consecuencia, definir zonas de emergencia y aplicar medidas que extirpen el tumor y no lo expandan a otros estados y territorios. Para ello es...

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