Jaime Sánchez Susarrey / ¿Viene?

AutorJaime Sánchez Susarrey

Peña Nieto urge al PRI enfilarse hacia el 2012. Moreira, presidente nacional de ese partido, afirma que la hora de las reformas ha llegado. Manlio Fabio Beltrones se pronuncia en el mismo sentido.

El único que tiene dudas es Francisco Rojas, coordinador de la fracción priista en la Cámara de Diputados y, según las memorias de Salinas de Gortari, posible candidato a la Presidencia de la República en 1994, después del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

El rumor anuncia que tres reformas podrían discutirse en un periodo extraordinario de sesiones en la Cámara de Diputados: a) la reforma laboral, b) la reforma política y c) la ley de seguridad nacional.

Nadie habla, y por algo será, de la reforma fiscal, que es otra de las asignaturas pen- dientes. La pregunta es entonces qué clase de reformas laboral y política podríamos esperar en las semanas que vienen.

En política, y en la vida, lo perfecto es enemigo de lo bueno. Verdad incuestionable. Pero también es cierto que lo posible es enemigo de lo necesario y que, a ese paso, el país tardaría décadas en alcanzar lo que es urgente. Felipe Calderón lo reconoció e hizo una autocrítica en su Tercer Informe de Gobierno. Pero nada ha cambiado.

¿Hacia dónde vamos entonces? ¿La reforma laboral, por mencionar la primera, será del calado que urge o, por el contrario, podrá definirse como una aspirina para un enfermo con un padecimiento crónico y complejo?

Comencemos, pues, por el principio. ¿Cuáles son las características y los ingredientes de la reforma laboral que el país necesita?

Se debe eliminar de la Ley Federal del Trabajo la cláusula de exclusión. ¿Por qué? Porque establece que cualquier trabajador que renuncie a participar o que sea excluido de una agrupación sindical deberá ser despedido de la empresa en que labora. Dicho ordenamiento viola los derechos elementales que la Constitución consagra.

De entrada, el artículo 5 constitucional afirma que toda persona tiene derecho a dedicarse al trabajo o profesión que mejor le acomoden siendo lícitos. No hay, consecuentemente, motivo para que alguien sea despedido por el sólo hecho de no participar en un sindicato o, peor aún, por ser señalado por un líder gremial.

Se debe eliminar de la ley de trabajo el precepto de que los patrones les descuenten a los trabajadores la cuota sindical y la entreguen a los líderes sindicales. La relación entre el agremiado y el sindicato debe ser directa y no tiene por qué estar mediada por la empresa.

Restablecer esa...

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