JAQUE MATE / Desempleo con título

AutorSergio Sarmiento

"Nunca dejé que la escuela interfiriera con mi educación".

Mark Twain

Durante mucho tiempo un título universitario fue un pasaporte a la clase media. Ser licenciado, médico o ingeniero aseguraba un ingreso digno en un país con salarios de miseria. Por eso los padres de familia impulsaban a sus hijos a ir a la universidad sin importar su vocación o inclinación mientras que los gobiernos gastaban crecientes cantidades de dinero para subsidiar la educación superior que hicieron virtualmente gratuita y también masiva.

Toda acción, sin embargo, provoca una reacción. Los mercados se han saturado para casi todas las profesiones. No sólo se han desplomado las posibilidades de empleo sino también los salarios de los egresados.

Hace algunas semanas leía un artículo en el periódico El Financiero (14.04.15) sobre una reciente Feria del Empleo del gobierno de la Ciudad de México. Farmacias Similares ofrecía un puesto para botarguero, es decir, para una persona que personifique al Dr. Simi, por 6 mil 700 pesos al mes, más un "atractivo" plan de compensaciones. En cambio los puestos para graduados universitarios pagaban alrededor de 5 mil pesos.

El INEGI reporta que en el primer trimestre de este 2015 solamente el 20.9 por ciento de los desocupados no contaba con estudios completos de secundaria. En cambio el 79.1 por ciento correspondía a personas de "mayor nivel de instrucción". Las cifras de diciembre de 2014 mostraban que el 40.9 por ciento de los desocupados tenían preparatoria o universidad.

Los graduados universitarios mexicanos no están trabajando en los campos para los que se han preparado. En el 2012 sólo un 40 por ciento laboraba dentro de su especialidad (gestiopolis.com). Un graduado puede ganar más dinero conduciendo un Uber o vendiendo bienes raíces. El dinero gastado por el contribuyente para la educación universitaria se desperdicia en buena medida.

Los graduados universitarios están pagando la factura de políticas populistas que se iniciaron hace décadas y persisten todavía. Quizá las medidas se hayan aplicado de buena fe, con la falsa idea de que todos los mexicanos pueden ser universitarios, pero al final se revierten contra aquellos que supuestamente debían beneficiar.

El sistema público universitario se expandió durante décadas por presiones de estudiantes rechazados y por el interés de los...

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