JAQUE MATE / Tirar dinero al campo

AutorSergio Sarmiento

"Enfatizar el resultado es la clave para aumentar la productividad, mientras que incrementar la actividad puede resultar en lo opuesto".

Paul Gauguin

Al igual que el año pasado, el presidente Enrique Peña Nieto utilizó el aniversario de la Ley Agraria de 1915 para reiterar su compromiso de impulsar "una profunda reforma en el campo, que lo ponga al día y que lo haga más competitivo". La verdad, sin embargo, es que una de las principales razones de la pobreza del campo es precisamente esa ley redactada por Luis Cabrera y promulgada por Venustiano Carranza el 6 de enero de 1915.

Tirar dinero al campo no ha servido para resolver los problemas de la improductividad o la pobreza. El Presidente se vanaglorió este 6 de enero de que en 2014 la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) "ejercerá el presupuesto más alto de su historia: 82,900 millones de pesos". Esto representa un aumento de 7,500 millones de pesos, casi 10 por ciento, sobre 2013. Si se considera el gasto de todas las dependencias y programas, el gobierno federal "apoyará al campo con más de 338,600 millones de pesos... Este monto supera en 32,700 millones de pesos al que se tenía al inicio de esta administración".

Los gobiernos mexicanos, es cierto, han incrementado de manera espectacular los presupuestos para el campo. El gasto de Sagarpa se ha elevado de 15,128 millones de pesos en 1995 a 75,111 en 2013 según el apéndice estadístico del Primer informe de gobierno. La cifra de 2013 es cinco veces superior a la de 1995. En contraste, la producción de los 52 principales cultivos de nuestro país, que representan el 95 por ciento del total nacional, pasó de 123 millones a 185 millones de toneladas, un aumento de apenas 50 por ciento en 18 años.

Si por gastar fuera, México sería campeón mundial en producción agrícola y en muchas otras actividades. Como he señalado antes, el gasto público para combatir la pobreza subió de 15,888 millones de pesos en 1994 a 310,302 millones en 2012, casi 20 veces en 18 años. En ese periodo, sin embargo, la pobreza se redujo apenas de 52.4 a 52.3 por ciento de la población.

Los políticos tienen un incentivo perverso para aumentar el gasto gubernamental, ya que de él obtienen poder y construyen su patrimonio, pero no para resolver los problemas sociales. De hecho, les conviene mantener los problemas porque eso les permite justificar más...

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