Daña una jauría relación vecinal

AutorAníbal Santiago

En la colonia Postal, la furia es un recurso común para dirimir conflictos vecinales: "Por teléfono le mentamos la madre y le digo, '¡ya calla a tus perros!', y le he tirado piedras, botellazos, le miento la madre y hasta le tiré un cohete. Pero nada, sigue con sus perros", relata Eréndira Estrada, repasando los medios con los que enfrenta a Dora Brambila, su vecina.

Doña Dora, maestra de inglés retirada, tiene en su casa de la calle Estafetas, desde hace unos 15 años, una jauría de cerca de 60 animales a los que salva de la rudeza de la vía pública del DF, alimenta y desinfecta con creolina, para después alojarlos de por vida en jaulas dispuestas en su patio y, a decir de algunos vecinos, en cuartos, sala, cocina y baño.

Los olores, fuera de toda polémica, saturan el olfato de colonos y peatones, y se desparraman hasta la esquina con Reembolsos. Los ladridos, comprensibles en una multitud de perros en cautiverio, son la música de fondo a cada minuto, mañana, tarde y noche. Pero los bandos se confrontan.

-¿Vale Ayudar así a los animales?

"Respetamos lo que hace la señora", dice el empresario José Salinas, cuya casa está frente a la improvisada perrera de la Postal.

"Es buena la labor: prefiere darles un buen morir que verlos apachurrados; los esteriliza y están en jaulas".

Vecino jubilado de Estafetas número 31, Don Pancho se debate entre hablar de sus verdades o a acatar la censura de su mujer. Pasan unos segundos y con una sonrisa se anima a declarar: "lo único que ocurre es que no se puede dormir, pero yo digo que de todos la más perra es ella"; su mujer, molesta, ruega con los ojos un poco de silencio, y complementa: "no tienen nada de malo esos perros, ella se ocupa de que no hagan ruido y la verdad se portan muy bien".

Patricia Lozoya y tres miembros...

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