Luis Buñuel y Jeanne Rucal: Un matrimonio surrealista

AutorGuadalupe Loaeza

Así como Jano, Rey de Lacio, es representado con dos caras, podríamos también reproducir la peculiar personalidad de Luis Buñuel, de la misma forma. Una cara: la del genial, iconoclasta e irreverente cineasta surrealista cuya anarquía de ideas fueron la etiqueta de toda su carrera. La otra: la del jefe de familia, austero, severo y disciplinado esposo y padre totalmente celoso de su privacidad, pero, sobre todo, un hombre sumamente machista.

En Memorias de una mujer sin piano, Marisol Martín del Campo nos da a conocer estas dos caras de Luis Buñuel a través de la narración de Jeanne Rucar, que fue su esposa durante 52 años, y así obtenemos un retrato del matrimonio Buñuel-Rucal tan contrastado, entre "el hombre que pesa, ordena, manda, y la mujer que guarda silencio, acepta, se somete voluntariamente". Asimismo, nos aporta anécdotas y citas relatadas por la misma señora Buñuel, las cuales nos reflejan la personalidad compleja y muy seductora de su marido bien amado.

Jeanne Rucal y Luis Buñuel se vieron por primera vez en el estudio de amigos mutuos en París. El venía de Calanda, España, y ella de Lyon, Francia. Desde el momento en que se conocieron, "el flechazo, nos sucedió. Era guapo de verdad. Desde esa tarde me atrajo, se metió en mi corazón y en mi cabeza", apunta con toda llaneza Jeanne. Cuando Buñuel vio a tres simpáticas muchachas, que estudiaban Anatomía en el barrio, al llegar al estudio pensó, como buen español, "tenían que ser putas tres chicas sin chaperón en el estudio", por tal motivo, se le ocurrió la idea maquiavélica de disolver unas pastillas en el vino que les quería ofrecer para excitarlas, pero ante la indignación de su amigo, no ocurrió nada. A partir de ese momento, Buñuel le hizo una asidua corte a la que le pareció la más guapa del trío. Se llamaba Jeanne Rucar.

Desde que se hicieron novios, Buñuel impuso su autoridad sobre su novia y puso de manifiesto lo celoso que era. Jeanne era profesora de gimnasia rítmica y ganadora de la medalla de plata olímpica. Un día Luis la acompañó a la academia y se metió a observar sus cursos. Mientras la veía mover con delicadeza sus brazos y su fino talle, le gustó. De ahí que al salir, le hubiera prohibido hacer gimnasia porque no era decente que se le vieran las piernas. Asimismo, cuando conoció a su profesor de piano, que era un hombre atractivo, empezó a interrogarla: "¿Quién está con ustedes mientras te da clase? ¿Es casado? ¿Platican mucho durante la lección? ¿Desde hace cuánto tiempo tomas clases?" Cuando, a petición de su padre, la joven tocó Strauss, su novio le dijo: "Para tocar como tocas... sería mejor no hacerlo". Esta fue la última vez que Jeanne se dio permiso de tocar el piano de una manera profesional. Desde entonces, nunca más se atrevió a tocar el piano ante el público. Nunca más se atrevió a oponerse a los deseos de su novio. Y nunca más se atrevió a decirle nada que pudiera contrariarlo.

En esa época era cuando Buñuel estaba obsesionado con el surrealismo, un movimiento de rebeldía contra todo orden establecido, contra todo tipo de autoridad o tradición que "...haría estallar la sociedad, cambiar la vida". Comenzó a filmar con Salvador Dalí, gracias a la ayuda financiera de su madre, El perro andaluz, que causó un gran escándalo. Tenía su grupo de amigos surrealistas franceses, Max Ernst, Paul Eluard, Tanguy y Breton...

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