Jesús Silva-Herzog Márquez / Desigualdad y orden

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Dos libros marcaron el debate político en el 2014. Ambas son piezas ambiciosas de reflexión que van más allá de la coyuntura. No son crónicas periodísticas que describen el instante sino paisajes de amplia perspectiva histórica y sólida argumentación teórica. Imposible reflexionar sobre su materia sin considerar sus hallazgos y propuestas. Se trata de volúmenes gruesos y densos que lograron salir del aula para insertarse en la discusión pública del mundo. El primero es un trabajo de historia y teoría económica que pone el dedo en el preocupante incremento en la desigualdad en el mundo desarrollado. El largo proceso de igualación se ha detenido y empieza a revertirse, dice Thomas Piketty en El capital en el siglo XXI, la gran sorpresa de la industria editorial de este año que el Fondo de Cultura Económica ha traído al español. El segundo libro es un argumento por el orden democrático que escapa de las costosas ingenuidades recientes. El polémico Francis Fukuyama, quien llevará en el epitafio aquel desliz del "fin de la historia", publicó también este año Orden y decadencia política. De la revolución industrial a la globalización de la democracia (Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2014).

Los dos libros nos hablan y muy directamente. Desigualdad y desorden político: ¿podría encontrarse una síntesis más compacta de nuestra adversidad? ¿Podríamos encontrar tareas más urgentes que acortar las brechas y fincar confianza?

Al escribir desde Francia, Piketty tiene en mente, principalmente, los casos de las economías desarrolladas de Europa y la norteamericana. Observa con preocupación un proceso de desintegración social que revierte avances históricos. Bajo el imperio de la desigualdad, las oportunidades se abren o se cierran por el bruto azar del nacimiento. El gran servicio de Piketty ha sido, a mi entender, cuestionar eso que el politólogo francés Pierre Rosanvallon llama "consentimiento de la desigualdad", el entendimiento de que la desigualdad es un fenómeno natural e irreparable, una anécdota trivial en el gran curso de la historia, un precio razonable que vale pagar por el crecimiento económico. Para algunos liberales se trataría, en realidad, de un falso problema: simples lacras de la envidia. La desigualdad que ataca Piketty es negación, en última instancia, de las posibilidades de convivencia. La desigualdad termina matando la idea...

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