Jesús Silva-Herzog Márquez / La erosión de la autoridad

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La crisis sanitaria lanzó al ruedo a un personaje que habló, durante un buen tiempo, con autoridad. Se presentó como la voz de la Ciencia instruyendo al Poder. Era un médico con buena preparación académica, un especialista entrenado en emergencias. Profesoral y paciente explicó, con notable elocuencia, los rasgos de la amenaza y los cuidados que habría que procurar. En un tiempo y bajo un régimen que aborrecen la arrogancia tecnocrática, representó una curiosa reaparición del experto. Ante la amenaza, el gobierno recurrió al expediente condenado. Los "científicos" al frente de la estrategia. Aparecía otra carta de legitimidad política: el conocimiento técnico, ése que, por definición, es inaccesible a millones, habría de ser la fuente de la razón pública.

El epicentro del conflicto político se ha desplazado, por ello, a la actuación del subsecretario de Salud. Ante la emergencia, es él quien da la cara y traza rumbo. El Presidente parece haberse retirado como pontífice de trivialidades y antagonismos. Y en la misma crisis, aprovecha cualquier oportunidad para lanzarse contra el diario Reforma, los neoliberales y esos miserables mercaderes que son los médicos. Eso. Ahora. En el momento en que arriesgan su vida por curar a los enfermos, el Presidente ataca con el activismo de su desprecio. Los médicos mexicanos no solamente son enviados sin provisiones a la guerra. Enfrentan también la hostilidad de sus vecinos y la agresión de su propio Presidente. ¿No debería llamar a reflexión la catarata de cartas, desplegados y comunicaciones que han hecho colegios y asociaciones médicas protestando por el insulto presidencial? Se ponen de acuerdo para exigir a la mitad de la peor crisis sanitaria de nuestra historia una disculpa pública del presidente de México.

Quisiera regresar a la figura del subsecretario que es, sin duda, el personaje del momento. Puede decirse que no es ya, lamentablemente, el vértice de la confianza. La polarización mexicana libra su combate más reciente alrededor de la figura del epidemiólogo. No es necesario adscribirse a ninguno de los extremos para tomar nota de esa mezcla de devoción y descrédito que despierta su actuación. Por un lado, se cuestionan con vehemencia sus datos y su estrategia. Por el otro, se defiende fogosamente su competencia técnica y su rectitud profesional. La desmesura de la polémica...

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