Jesús Silva-Herzog Márquez / El primer candidato

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Jorge Castañeda ha logrado remontar un buen número de obstáculos y se perfila como candidato a la Presidencia de la República. Después de un año de campaña, ha podido insertarse en el imaginario nacional como un posible sucesor de Vicente Fox. El antiguo canciller ya pinta en las encuestas. No es poco lo que ha conseguido. Ha reinventado su personaje, se ha reconciliado con los medios, es cada vez más conocido y disfruta de simpatías crecientes. Debe subrayarse que se ha hecho presente sin recurrir al escándalo. Castañeda no ha atraído la atención pública denostando al Presidente o a su equipo. Lejos de caer en esa tentación, Castañeda se ha ceñido a su guión. Aprovechó todos los espacios de difusión a su alcance e insistió en su menú de propuestas.

La campaña arrancó con un video tenebroso. Una pieza técnicamente impecable que proyecta un mensaje de angustia. Los ciudadanos son vampiros de ojos desorbitados. Están hartos y viven en la oscuridad. Todos tienen el ceño fruncido. Están muy enojados. Dicen que son muchos, que son los dueños de la democracia y que los políticos se la han arrebatado. Que ellos hicieron la democracia y otros la explotan. El ciudadano Castañeda viene a su rescate. Tiene buenas ideas y es confiable porque no es un político. También está enojado. Castañeda apuesta por sí mismo. Ha dicho que quiere culminar su activismo en la Presidencia. Ha trabajado mucho tiempo en la política para quedarse en la antesala. Su decisión se funda en una convicción que ha hecho pública: ahí es donde hay que estar. El resto de los espacios son ornato. Sólo desde la Presidencia, dice, pueden lograrse los cambios que hacen falta. Por eso no tiene sentido perder el tiempo en la legislatura o haciendo política desde los partidos. En este terreno, Castañeda no oculta una querencia francamente autoritaria. El Congreso no importa mucho, las gubernaturas son historietas locales, los partidos son nidos de corrupción. El verdadero poder está en Los Pinos. Puede ilustrarse cinematográficamente con rostros de cientos de personas, pero el mensaje político de Castañeda no es un mensaje democrático. De hecho, sigue el conocido libreto de la erosión institucional y del desprestigio de la actividad política como fundamento de un proyecto personal. En su activo desprecio de las instituciones, en su retórica de la antipolítica, Castañeda no es el estadista que se cree. Por el contrario, es una repetición de los muchos políticos latinoamericanos que dicen...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR