Jesús Silva-Herzog Márquez / Inocentismo

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Las elecciones de 2003 pudieron haber sido una llamada de atención para la Presidencia de la República. La votación de medio término pudo haber sido la sugerencia de un cambio, la invitación a una mudanza prudente. La votación, a fin de cuentas, fue un tranquila petición de logros. No fue una paliza al Presidente, no fue la victoria definitiva de sus enemigos; el voto comunicó algo mucho más suave, que podía ser interpretado juiciosamente como una exhortación a entregar menos ocurrencias y algunas realizaciones. Pero es posible que las elecciones del 2003 hayan iniciado la caída libre del gobierno de Vicente Fox. A un mes de haberse producido la votación, se ha acumulado una serie de señales preocupantes que muestran el prematuro ocaso del jactancioso gobierno del cambio.

No ha habido ningún indicio de que la invitación de los electores haya encontrado oídos en la Presidencia de la República. Lejos de reconocer el descontento que mostraban los votos, el Presidente y su círculo han inventado una interpretación que los mantiene al margen del dictamen ciudadano. El equipo del presidente Fox no ha experimentado el cambio indispensable para lograr concentración y eficacia. Los cambios que se han producido son los conocidos ajustes de la corte. No hay una recomposición inteligente del equipo presidencial, simplemente un fortalecimiento de los favoritos. Esa es la única lógica que impera: quienes ganan el oído del Presidente declinante son capaces de patear a sus rivales. En los pasillos y entre las sábanas se toman las decisiones que entretienen a los cortesanos que rodean al señorpresidente. Son los banquetes de la pequeña política. Fox no es el iniciador de estas fiestas, es tan sólo el continuador irreflexivo de la política de siempre. Prometió rodearse de los mejores -y las mejores. Veámoslo ahora cercado por un astuto ex priista, mediocres motivadores, filósofos de la superación personal y una mujer obnubilada. Nada bueno puede salir de esa Presidencia sitiada. Como en las peores épocas del despotismo priista, se reacomodan las piezas de la administración pública: destituyo a mi amigo, pero lo consuelo con un ministerio; para cuidar a mi partido quito a un gobernador y lo incorporo a mi gabinete; al más cercano de mis colaboradores le entrego más responsabilidades.

La caída libre del gobierno foxiano tiene ya una filosofía. Es la conversión del voluntarismo en derrota. Puede llamársele inocentismo: la misa de la inocencia absoluta. Se trata...

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