Jorge Alcocer V. / Los otros

AutorJorge Alcocer V.

En política los voluntaristas van de la mano con los escépticos. Los primeros creen que todo es posible. Los segundos están seguros que nada se logrará.

El voluntarismo casi siempre conduce al fracaso en las negociaciones: "si no aceptas mi propuesta es porque no tienes voluntad de verdadero cambio", luego entonces no tiene sentido seguir conversando. Los escépticos llegan a la negociación con el fracaso por delante; y si algo se logra, es gatopardismo: "aceptas cambiar para que todo siga igual", luego entonces para qué seguir conversando.

Comparten ambos un prejuicio: "es que algo hay detrás de las intenciones del otro". La otredad, para usar la bella palabra de Octavio Paz, no se admite. El otro es malo por definición; algo oculta; aviesas intenciones y escondidos proyectos lo mueven. Quiere figurar; quiere ser candidato; ya se ve sentado en la silla; otros juicios de intención por el estilo se vierten, sin ton ni son, para condenar, por anticipado y antes de abrir boca, a los otros.

En tal ambiente y con tamaños prejuicios resulta muy difícil que los políticos se sienten a dialogar, y si lo hacen, otros serán quienes confirmen sus sospechas.

No he visto ninguna ceremonia de instalación de alguna comisión negociadora en la que no se incurra en el exceso verbal, la retórica simplona o la repetición de lugares comunes. Para quienes tienen que escuchar esos discursos -sin experiencia previa- todo parece estéril verborrea para consumir los cinco minutos de fama en pompa y circunstancia ampulosas. Se olvida, o no saben, que el poder existe aparejado a esos ritos y discursos.

Sé por experiencia que lo bueno viene después; cuando sin cámaras, reflectores ni público, los políticos, cara a cara, quedan obligados a definir propuestas, a justificar proyectos, a pronunciarse sobre las que presentan los otros. Quienes persisten en la retórica, en la ofensa como defensa y la descalificación como ataque, pronto quedan superados por quienes aceptan considerar, como freno al voluntarismo propio, el escepticismo de los otros, y éstos admiten que la voluntad de aquellos es genuina, y entonces caen en cuenta que juntos pueden hacer posibles los cambios.

Reclamar a los negociadores, como punto de partida, la ruta crítica de sus trabajos, el mapa detallado en el que identifican problemas y dan soluciones, es demasiado. La inteligencia del buen político es, casi siempre, intuitiva. Es cierto que la lectura ayuda, que la comparación de experiencias ilustra, que...

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