Jorge G. Castañeda / Chávez: ¿ya, o todavía no?

AutorJorge G. Castañeda

Vuelve Chávez a la carga. Cuando algunos de los individuos, comentócratas y teóricos neófitos de las relaciones internacionales habían pensado que muerto el perro se acababa la rabia y por tanto que con la salida de Fox terminarían los conflictos con Chávez, con Castro, con Morales y adláteres, ahora resulta que al presidente de Venezuela tampoco le cae bien Felipe Calderón. O por lo menos eso sugieren sus insistentes declaraciones de no reconocimiento de Calderón como Presidente, de críticas al proceso electoral mexicano del 2 de julio, y sus insinuaciones sobre la verdadera victoria del "Presidente legítimo".

Por ello quizás valga la pena repasar la historia reciente y aventurarnos al futuro inmediato para ver qué suerte nos prepara el destino en lo que a Hugo Chávez se refiere. Vale la pena recordarlo: en abril del 2002 en la Reunión Cumbre del llamado Grupo de Río, quienes lideramos la censura al golpe fallido de Caracas y la defensa de las instituciones venezolanas fuimos Chile y México, contra la voluntad claramente expresa por lo menos de El Salvador y Colombia y las maniobras lejanas pero no por ello menos eficaces de Washington y de Madrid. Quizás fue un error; tal vez lo mejor hubiera sido no denunciar el golpe de Estado y reconocer al gobierno, ése sí espurio, de Pedro Carmona. Pero bueno, la ingenuidad y la buena fe se pagan, salvo en la mentalidad de Chávez que sólo agradece gestos isleños, persas y andinos. El hecho es que se mantuvieron las relaciones cordiales con él hasta el 2005, cuando ya la insolencia del jefe de Estado de Venezuela (porque sólo es eso, piénsese lo que se piense) en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata colmó la paciencia de Vicente Fox y de otros, llegándose a la serie de ofensas, puntadas, y jaladas para no utilizar una palabra impropia para los lectores de Reforma, pero común para algunos políticos, que llevaron al retiro mutuo de ambos embajadores y al congelamiento de las relaciones que vivimos desde entonces. En aquel momento muchos en México nos permitimos recomendar en público y privado que el gobierno debía romper relaciones diplomáticas con Venezuela, ya que se trataría del mal menor. El mayor: tener a Chávez y a sus personeros y agentes en México dando guerra durante la campaña electoral, como sucedió, y sólo posponiendo el desenlace, puesto que nadie podía creer seriamente que las cosas con el tiempo y un ganchito, se arreglarían solas. Ganó la supuesta prudencia, la fácil paciencia y de...

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