Jorge G. Castañeda / Golpe a golpe: ¿un 'quinazo'?

AutorJorge G. Castañeda

Se comenta que hace poco el ex presidente Carlos Salinas dijo con resignación que Felipe Calderón arrancará su sexenio como el presidente de la República más débil en la historia del México moderno. Sabe de lo que habla, en materia de presidencias inicialmente débiles o fuertes. Por tanto la pregunta que no puede esquivar el propio Calderón es simple: no cómo legitimarse -ya lo es- sino cómo fortalecerse. Y la razón de la pregunta también es sencilla: sin una Presidencia fuerte México no puede crecer, sin crecer, no puede erradicar la pobreza, reducir la desigualdad, construir instituciones funcionales y destacar en el ámbito internacional.

De esta retahíla de silogismos se desprende una de las conclusiones más socorridas de los últimos meses para caracterizar la forma en que el nuevo Presidente debe comenzar su sexenio: con un quinazo, al estilo Salinas, justamente, ya que, si las mismas causas surten los mismos efectos, el joven Presidente michoacano podrá superar su fragilidad inicial recurriendo al mismo estratagema de su predecesor, joven y cercado también: un golpe de mano espectacular que de tajo rompe el círculo vicioso de protesta, debilidad e ilegitimidad de origen.

El problema es que el México de hoy no es el de 1988, ya no se pueden fabricar cargos y cadáveres, ni siquiera con la mejor de las intenciones, y los manotazos son sólo eso: gestos aislados, mediáticos y efímeros, como todo lo mediático, aunque se dirigieran contra objetos de la supuesta ira popular como Marta y sus hijos. En realidad, Calderón tendría que hacer mucho más, provocar, como hubiera dicho el Che Guevara, uno, dos, muchos quinazos, para sacar al país del impasse en el cual se encuentra. Pero quinazos con rumbo: con una visión programática global, que no por haber sido mencionada múltiples veces, por múltiples voces, en sus distintos componentes por separado, pre-existe a su construcción integral. Aclaro de entrada dos puntos: no comparto la visión catastrofista del México actual, ni sobre el sexenio de Fox. Y no disimulo el deseo que abrigaba de colaborar con el gobierno de Calderón, para impulsar estas tesis y este programa desde allí; pero afortunadamente las ideas se justifican por sí solas, y hacen su propio camino.

Para saber qué habría que hacer, resulta indispensable saber lo que no se hizo, ni en este sexenio que concluye ni en los dos anteriores (a De la Madrid le tocó el ocaso de un sistema que sus sucesores debieron desmontar, pero que...

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