Jorge G. Castañeda / ¿AMLO o el fascismo?: ¿te cai?

AutorJorge G. Castañeda

Algunos piensan que "l'affaire Poniatowski" no es más que una gran provocación, hábilmente montada por AMLO y el PRD, en la que cayeron redonditos Felipe Calderón y el PAN. Tal vez, pero parece que el "caso Elena" dice menos sobre los candidatos que sobre los intelectuales nacionales y la terrible epidemia -llegada de Estados Unidos- que hoy los azota: la corrección política.

Muy esquemáticamente hablando, existen dos grandes tradiciones definitorias de la postura intelectual frente al poder y la política. Hay nombres que las ejemplifican, aunque no hayan sido ni los primeros ni los únicos en encarnarlas, ni hayan sido siempre fieles a sus convicciones. Una es la sartriana, del intelectual "engagé", comprometido a fondo, en la teoría y en la práctica, con una causa (en el caso de Sartre, el comunismo), con un régimen (el de la Revolución Rusa), con un personaje (Lenin y Trotsky para Reed, Stalin y Mao para Sartre, Castro y Mitterrand para Debray, en el caso de Malraux con Stalin y De Gaulle), con un partido (el Partido Comunista del país en turno). Huelga decir que se puede comprometer un intelectual con otro tipo de causa, partido o régimen. Pero en términos generales, los franceses (que no son los únicos especímenes de esta estirpe: cf. los Webb, H.G. Wells, Upton Sinclair, Rabindranath Tagore, etcétera), y los que de ellos descienden intelectualmente, sobre todo en América Latina, han tendido hacia la izquierda. Para aclarar paradas, siempre me he identificado con esta corriente: celebro el compromiso del intelectual con la política, lo he practicado con orgullo, y le pido a la medicina moderna y al ejercicio poderlo hacer tanto tiempo como lo hizo Sartre, que volanteaba ejemplares de La Cause du Peuple pasados sus 80 años.

La otra tradición se identifica con la distancia entre el pensador y el príncipe: desde Isaiah Berlin hasta Octavio Paz, incluyendo a Raymond Aron, a Hannah Arendt, y a muchos más (aunque menos que en el otro caso). Insisto: la fidelidad a la especie no es perfecta; Paz, por ejemplo, trabajó muchos años en el Servicio Exterior Mexicano. Para esta corriente, la esencia del intelectual consiste en la toma de partido por las ideas, no por el poder, las personas, los regímenes o, menos aún, por los partidos políticos. La independencia frente al poder y la imparcialidad ante las contiendas por el mismo son virtudes superiores al compromiso.

Las dos corrientes se han arraigado de manera distinta en México. Durante la época...

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