Jorge Ramos Ávalos / Sobrevivir al dictador

AutorJorge Ramos Ávalos

En honor a mis amigos cubanos en el exilio.

MIAMI.- Desde que me vine a vivir a Miami en 1986 he oído muchas veces de la muerte del dictador Fidel Castro. De hecho, en esta ciudad mataban a Fidel dos o tres veces al año. En innumerables ocasiones recibí llamadas y textos avisándome de su muerte. Todas fueron falsas. Menos la última.

Al principio corría al estudio de televisión de Univision para estar preparado ante el anuncio de su muerte. Pero conforme pasaban los años comprendí que se trataba de un ejercicio inútil. Las noticias de su muerte, para repetir a Twain, siempre eran exageradas. Fueron casi 58 años con Fidel en el poder en Cuba.

Lo conocí una sola vez y recuerdo sus uñas largas sobre mi hombro izquierdo. Corría el año 1991, había caído el Muro de Berlín, se desmoronaban los países comunistas y se realizaba en Guadalajara, México, la Primera Cumbre Iberoamericana. Lo agarré saliendo de su cuarto de hotel y hablé con él solo 63 segundos. (Aquí está esa vieja entrevista http://bit.ly/2gKhS2B).

Mientras Fidel me trataba de abrazar y yo me alejaba de su brazo-pulpo, le pregunté si había llegado el momento de dejar el poder. "Muchos creen que este es el momento para que usted pida un plebiscito", le dije. Me contestó que nadie tenía el derecho de reclamarle algo así a Cuba y, de pronto, uno de sus guardaespaldas me empujó, perdí el balance y Fidel siguió caminando sin voltear. Fue todo.

Fidel era un brutal dictador. Ordenó ejecuciones de opositores, mantuvo prisioneros políticos, violó sistemáticamente los derechos humanos, evitó siempre elecciones multipartidistas, censuró brutalmente a la prensa y tuvo un control absoluto de todos los rincones de la isla. Fidel fue un perverso en la aplicación de la violencia. Por eso hoy no podemos presentarlo como un héroe. No lo fue.

Durante años le pregunté a muchos presidentes latinoamericanos si, para ellos, Fidel era un dictador. Muy pocos se atrevieron a decírmelo en cámara. Le tenían miedo, respeto y siempre le admiraron su resistencia frente a Estados Unidos. Solo en privado criticaban las gravísimas faltas de libertades en Cuba.

Pero, en realidad, no me interesa hablar del dictador sino de sus millones de víctimas. He sido testigo durante tres décadas del sufrimiento del exilio cubano. Tengo muchos amigos cubanos, trabajo con ellos, son mis vecinos y conozco íntimamente sus historias, sus huidas y cómo...

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