Jorge Volpi / El año de los buitres

AutorJorge Volpi

El problema no radica en si debemos llamarlos fascistas o no, si aplicar categorías del siglo XX a individuos y problemas del XXI: lo crucial es identificar los peligros que representan y las políticas que están definiendo nuestro tiempo. Donald Trump, Jair Bolsonaro, Vladímir Putin, Viktor Orbán, Benjamin Netanyahu, al igual que sus pares que por fortuna (aún) no están en el poder o los partidos ultraderechistas o ultranacionalistas en Alemania, los países escandinavos y de Europa del Este, Grecia o, incluso ahora, España, encarnan una ola de pensamiento y de acción que está conduciendo al mundo a otra de sus eras oscuras.

Las condiciones que condujeron al ascenso del fascismo a principios del siglo pasado son, por supuesto, muy distintas de las que prevalecen hoy: acaso el desencanto y la furia hacia los políticos fuera semejante a la de ahora -se les veía como responsables tanto de la Gran Guerra como de la Gran Crisis de 1929-, pero la construcción de enormes Estados nacionales, con sus gigantescas maquinarias económicas, políticas y militares, contrasta con el endiosamiento de la globalización y del mercado de nuestro tiempo. Acaso solo el nacionalismo, la discriminación y el racismo, esas añejas taras, se repitan de algún modo: si entonces había que echarles a los judíos o los comunistas la culpa de todas las penurias, esa misma condición hoy la tienen los migrantes.

El neoliberalismo que triunfó en los ochenta y noventa ha seguido marcando la impronta de nuestra época: ese movimiento ideológico, que en esa época se presentaba como ejemplo de libertad frente al totalitarismo comunista, terminó no sólo por imponerse en todo el orbe, sino en definir su ética y sus principios. La defensa de un individualismo a ultranza, basado en la idea de que la avaricia es buena, el desmantelamiento del estado de bienestar y la consagración del mercado como único dios generó sociedades que, al día de hoy, son mucho menos solidarias, sensatas y abiertas que en otros tiempos. Cuando la Gran Recesión demostró, para colmo, que sus promesas de redistribución de la riqueza eran una falacia, ello no bastó para eliminar su predominio: sólo aumentó las dosis de miedo y rencor en...

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