Jorge Volpi / El desconcierto europeo

AutorJorge Volpi

Arrasada por la gran recesión que ha asolado al mundo desde 2008, la Unión Europea se halla sumida en su mayor turbulencia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Tasas de desempleo elevadísimas y, en las zonas más desprotegidas, cercanas a una cuarta parte de la población. Un desempleo juvenil que, en aras de la estabilidad macroeconómica, significa el sacrificio de una generación. Desahucios y pérdidas de viviendas en escalada. Servicios sociales, que hasta entonces habían sido el orgullo de sus países, desmantelados o reducidos al mínimo. En pocas palabras: las sociedades más prósperas e igualitarias que ha conocido la humanidad, sumidas en un clima de desencanto que amenaza con hacer naufragar el que también es el mayor proyecto de integración política y económica de la historia.

En un clima semejante, cuando por primera vez en décadas a los europeos el futuro les parece más incierto que el pasado, uno pensaría que su rabia habría de dirigirse contra los responsables de lo ocurrido, esa larga generación de políticos que desde los años ochenta abrazó la revolución neoconservadora. Y que, en cambio, volverían sus ojos hacia la izquierda, esa izquierda que tradicionalmente veló por la solidaridad y la equidad y contribuyó decisivamente a la construcción de las democracias sociales que predominaron en el continente entre 1950 y 1980. No ha sido así: salvo en unos cuantos casos, los socialistas continúan en franco retroceso en todas partes.

Hoy la izquierda europea parece más extraviada que nunca. Las razones son variadas. En primera instancia, no ha logrado recuperarse de la merma de legitimidad sufrida tras el fin del bloque comunista. Exhibidos por la derecha como cómplices de la barbarie, desde entonces sus líderes no han sabido construir un auténtico proyecto alternativo. Y peor que eso: cuando les ha tocado gobernar, han seguido las mismas directrices económicas de sus rivales. Sin duda a la socialdemocracia se deben incontables avances en derechos sociales -aborto, lucha contra la discriminación, matrimonio igualitario-, pero en una época de crisis tales conquistas lucen menores frente a su complicidad en la debacle. De España a Alemania y de Polonia a los países nórdicos, los ciudadanos no les perdonan haberse transformado en burócratas de partido que no saben hacer otra cosa excepto quejarse.

Frente a esta trágica deriva de la izquierda europea, la misma derecha que en su empeño de disminuir...

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