Jorge Volpi / El misterio de la habitación 2806

AutorJorge Volpi

El alto funcionario entrega su pase de abordar y se dirige a su asiento de primera clase. La inquietud por haber olvidado su celular en el hotel se ha desvanecido, pues la recepcionista le prometió hacérselo llegar hasta el avión. Podemos suponer que, más relajado, acepta la flûte de champagne que le ofrece la azafata -y que él le guiña un ojo- antes de estudiar la lista de grands crus. De pronto, unos hombres irrumpen en la aeronave y, en vez de devolverle su teléfono, lo arrastran a la puerta y se disponen a esposarlo.

El resto es conocido: Dominique Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetario Internacional y puntero en las encuestas a la Presidencia de Francia, abandona su vida en el jet-set financiero -y a la larga la posibilidad de ser candidato- para enfrentar las acusaciones de violación de Nafissatou Diallo, una camarera guineana de 32 años, empleada del Sofitel, donde éste se alojaba. La historia, propia de Hollywood, ha sido interpretada -y utilizada ideológicamente- de maneras contradictorias.

Muchos quisieron advertir en este episodio una metáfora del mundo contemporáneo: el potentado que se cree superior a la ley y -del mismo modo que el FMI aplica por la fuerza sus técnicas de shock a los países en desarrollo- no duda en abusar de una joven de escasos recursos y origen africano. Esta lectura se reveló imprecisa: Strauss-Kahn posee fama de arrogante y mujeriego, pero las filtraciones de la fiscalía también muestran un perfil de Diallo poco enternecedor: al parecer, comentó con un amigo la idea de obtener dinero del político, mintió sobre su condición migratoria y no es capaz de aclarar el origen de ciertas sumas de dinero depositadas en su cuenta.

Por otro lado, la periodista Tristane Banon, francesa de pura cepa, también ha denunciado a Strauss-Kahn, y Piroska Nagy, de origen húngaro, sugirió que su entonces jefe la obligó a mantener relaciones sexuales (aunque el escándalo se solventó con una disculpa pública). Todo indica que Strauss-Kahn es fanático u obseso del sexo -antes de Diallo, las cámaras del Sofitel grabaron a otra mujer, acaso una escort, entrando en su habitación-, pero su apetito no parece discriminar entre mujeres de naciones ricas o pobres.

Otros prefirieron interpretar el affaire como un incidente más en la lista de desencuentros entre Francia y Estados Unidos. La prensa gala no ha dejado de quejarse por la humillación sufrida por Strauss-Kahn -y por la France- con las imágenes del exquisito hombre de...

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