Jorge Volpi / Nueva era

AutorJorge Volpi

Andrés Manuel López Obrador recibe un país devastado. Un país destruido por la guerra contra el narco y la corrupción. Un país ensangrentado y lleno de rabia. Un país con un sistema de justicia hecho añicos. Un país donde el Estado de Derecho es una entelequia. Un país donde sigue habiendo millones sumidos en una pobreza obscena. Un país cuya desigualdad debería avergonzarnos. Un país que, a lo largo de los últimos 12 años, ha dejado de ser un país para convertirse en un campo de tiro. Un país destruido, desgajado, que sobrevive con respiración artificial.

Ésta es la principal razón de su apabullante triunfo en las elecciones de julio: el hartazgo, el duelo y la ira. Tres razones, solo tres, de este estado de ánimo nacional: en 2006, sin consultárselo a nadie -decir esto hoy es importante-, Felipe Calderón lanzó los primeros operativos conjuntos que dieron lugar a la guerra contra el narco. Su resultado: 250 mil muertos. En 2014, 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron desaparecidos por bandas criminales con la complicidad del Ejército y nuestros demás cuerpos de seguridad. Por último, la investigación titulada La estafa maestra reveló que la administración de Enrique Peña Nieto concibió un esquema de corrupción sistemática para sustraer recursos públicos por más de 7 mil millones de pesos.

En todos estos casos, el mismo resultado: la guerra contra el narco sigue cobrándose vidas sin que sepamos las razones y sin que la mayor parte de los culpables hayan sido detenidos o enjuiciados; la investigación de Ayotzinapa reveló un sistema de justicia que tortura y siembra pruebas, incapaz de desentrañar la verdad; y, de todos los involucrados en la Estafa Maestra, incluyendo a secretarios de Estado, ni uno ha sido procesado por la PGR. Tres ejemplos para concebir al México de hoy: el reino de la impunidad.

A lo largo de estas largas y absurdas semanas de interregno, López Obrador y su equipo han realizado un sinfín de anuncios: muchos de ellos apresurados, otros banales, otros imperfectos, otros imposibles. Muchos, también, que animan a la esperanza. Este frenesí revela, sin embargo, un impulso: el de cambiar las cosas. El de dejar de hacer las cosas como se hacían antes. El impulso que AMLO recibió en las urnas: el de hacer de éste, otro país.

Conviene darle oportunidad...

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