Jorge Volpi / La opción nuclear

AutorJorge Volpi

No deja de sorprender que, en un país con cientos de miles de muertos y desaparecidos -no dejo de repetirlo: cifras propias de una guerra civil-, una desigualdad obscena y un sistema de justicia en quiebra, nuestro único tema de deba- te sea la corrupción política. No porque ésta no expanda sus tentáculos hacia todos los rincones de nuestro sistema, sino porque parecería ser la única preocupación de los ciudadanos y de quienes aspiran a gobernarnos. López Obrador convirtió el combate a esta lacra en su principal, si no solitaria, apuesta. Las demás consignas de la izquierda apenas parecen importarle frente a la misión, que asume con celo bíblico y hasta con "locura", de limpiar nuestro pantano (una consigna repetida, con idéntica vehemencia, por Donald Trump).

El cúmulo de escándalos ocurridos en este sexenio, que hallan su epítome en la decena de gobernadores priistas acusados, encarcelados o prófugos, confirma su tozudez: nadie podría negar que no son excepciones, sino la punta del iceberg de una particular manera de ejercer el poder que asume que el uso de los recursos públicos para el beneficio personal es una práctica no sólo corriente, sino normal. Asentadas entonces las campañas bajo las reglas de juego fijadas por AMLO -a quien, dígase lo que se diga, nadie considera deshonesto-, a los candidatos del PRI y del Frente no les ha quedado otro remedio que entrar en su terreno para tratar de acercársele en una competencia cada vez más desigual.

Quiéranlo o no, Meade y Ana- ya son hombres del sistema y, dado que el sistema ha quedado definido como irremediablemente corrupto, sus arengas renovadoras jamás alcanzarán la menor credibilidad. Al ser incapaces de imaginar propuestas innovadoras o de desviar el debate hacia otros temas igual de urgentes, ambos han caído en la telaraña del candidato de Morena. Por más que Meade se presente como un tecnócrata intachable o Anaya como un joven renovador, ambos cargan con la infamia de sus partidos, de modo que cada una de sus denuncias se les revierte de inmediato. Oír a Meade o a Anaya rasgarse las vestiduras por la corrupción de uno u otro, o por la de sus allegados, o incluso por la de los allegados de AMLO, resulta incómodo cuan- do no ridículo, como si lanzaran un búmeran que a la postre acabará por...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR