Jorge Volpi / Perorata del apestado

AutorJorge Volpi

Decidido a mostrarse impecable -e implacable-, Luis Bárcenas luce el mismo traje gris rata que lo distinguió en sus anteriores comparecencias y, gracias a un permiso especial, usa la corbata que le ha prestado su abogado a fin de conseguir una apariencia más elegante, más decente. Según reportan testigos presentes en la sala, a lo largo de tres horas y media el imputado ni siquiera se detiene a beber un sorbo de agua, como si no pudiese dejar de hablar, azotado por una repentina verborrea, o como si toda la furia que ha acumulado en las últimas semanas en la prisión de Soto del Real sólo pudiera drenarse mediante este testimonio que es, por encima de todo, una quema de naves.

Ni qué dudarlo: Bárcenas se siente traicionado por sus antiguos compañeros de partido, esos líderes a los que con tanta energía contribuyó a aupar al poder, y ahora no está dispuesto a servirles como vulgar chivo expiatorio. "Si caigo", parece murmurar entre dientes conforme desgrana los detalles de la contabilidad paralela que llevaba como tesorero del Partido Popular, "todos vosotros caeréis conmigo". Por ello apenas respira -si bien, como viejo lobo que es, no deja de intercalar pausas y silencios, reservándose información preciosa para vistas ulteriores- y se regodea al pronunciar los nombres de sus antiguos jefes: el de la secretaria María Dolores de Cospedal y, sobre todo, el del presidente del Gobierno, el impasible Mariano Rajoy.

Sinuoso y viperino, Bárcenas reconoce, tras haberlo negado cínicamente en el pasado -incluso llegó a forzar su escritura para una prueba dactiloscópica-, que las notas manuscritas publicadas semanas atrás por El País en efecto son de su autoría y no sólo prueban la existencia de una "contabilidad b" del partido, sino los sobresueldos que le pagaba a un sinfín de dirigentes populares, incluidos Cospedal y Rajoy, en billetes de 500 euros, sin que éstos tuviesen que firmar recibo alguno. Además, también confirma que los mensajes de texto revelados por El Mundo son auténticos y muestran cómo Rajoy se mantuvo en contacto con él y su familia incluso cuando ya había sido indiciado. Culminada su comparecencia -su monólogo shakespeareano, más plagado de amenazas que de pruebas-, pide volver a su celda en Soto del Real para seguir rumiando su vendetta.

En medio de la avalancha de casos de corrupción que han salido a la luz tras la quiebra española de los últimos años -del caso Gürtel, en el que también estuvo implicado el ex tesorero del PP, a...

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