Jorge Volpi / Suprema

AutorJorge Volpi

Durante el largo invierno del PRI como partido hegemónico, la división de poderes -al igual que todas las instituciones democráticas- fue una fantasía que jamás existió en la realidad. El Ejecutivo controlaba casi por completo al Legislativo (salvo algunos diputados de oposición) y al Judicial. En este último caso, a nadie escapaba que los ministros de la Suprema Corte -que siempre debió llamarse Corte Suprema- eran elegidos a modo por el Presidente en turno, muchas veces como premio a una carrera de integridad o de lealtad, y esta instancia jamás se atrevió a redactar una sentencia que se opusiese drásticamente a los deseos del gobierno.

A partir del año 2000, la alternancia empezó a permitir que la división de poderes se convirtiese en una realidad, pero, pese a las reformas sucesivas, el Poder Judicial ha sufrido enormemente para tener una independencia y una autonomía incontestables. La tentación autoritaria por controlar de un modo u otro a la Suprema Corte no ha desaparecido durante estos diecinueve años; por el contrario, parecería más bien que, al menos desde el 2006, nuestros distintos presidentes han estado obsesionados con tener una Corte apacible o adocenada a sus deseos.

Las estrategias del Ejecutivo para controlar o tener una influencia decidida sobre las decisiones de los ministros de la Suprema Corte se han articulado de dos maneras: a través de una presión directa sobre ellos, como ocurrió en numerosas ocasiones durante la administración de Felipe Calderón, o eligiendo ministros ligados a los intereses presidenciales, como sucedió una y otra vez en la de Enrique Peña Nieto. Podría decirse que la segunda opción no es ilegal: en efecto, si el Ejecutivo logra que el Legislativo nombre candidatos afines, nadie podría acusarlo de interferir en la autonomía del Poder Judicial, por más que en términos reales éste secunde sus objetivos.

En Estados Unidos, ésta ha sido siempre la tónica: cada Presidente ha propuesto jueces a la Suprema Corte que simpaticen con su perfil ideológico, si bien es cierto que muchas veces éstos se han alejado de los principios de quienes los postularon. En México, si bien la Corte siempre ha contado con juristas eminentes -el más reciente, José Ramón Cossío-, la distancia de un ministro nombrado por un gobierno frente a ese mismo gobierno ha sido...

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