Jorge Volpi / Trump, implosión

AutorJorge Volpi

Cuatro años atrás, no resultaba difícil adivinar el monstruo, pero un país y una época que detestan a los políticos profesionales decidieron probar qué ocurriría al entregarle el control de la sociedad del espectáculo a un showman.

En esta coyuntura, Trump supo leer mejor que nadie dónde se acumulaban las frustraciones y los desengaños -en los blancos sin educación universitaria-, y transformó sus angustias en el eje de una farsa tan zafia como eficaz. Desde entonces nos convertimos en el público cautivo de su siniestra stand-up comedy con la cual ha quebrado las bases de la democracia estadounidense y ha desbaratado las vidas de millones.

Trump, lo sabemos, condensa lo peor de nuestro tiempo: el resentimiento y la rabia, el machismo y la supremacía blanca, el miedo a la diferencia y el desprecio hacia los otros, la nostalgia de una inexistente edad de oro y las promesas de un futuro igual de ilusorio. Es un síntoma y un epifenómeno del fin del mundo bipolar y del neoliberalismo. No sabemos qué hubiera defendido si los demócratas lo hubieran abrazado, pero como buen histrión -nadie duda que lo sease ha transmutado en la encarnación del conservadurismo más rancio. No tiene principios: ha adoptado los que el papel le exigía con el rigor de un actor del método. Como Jim Carrey al interpretar a Andy Kaufman, ahora ni él mismo diferencia el rostro de la máscara.

Durante estos cuatro años, el planeta ha sufrido cada vez que abre la boca: la desgracia de tener un cómico en la Casa Blanca es que sus chistes, por vulgares o mendaces que sean, destruyen vidas. Ahora le llamamos posverdad a lo que siempre ha sido teatro: todos -incluidos sus más fervientes fans- sabemos que Trump miente, todo el tiempo, de manera descarada, justo por eso ocupa el escenario de Washington. Está ahí para tratar de engañarnos, una y otra vez, como un ilusionista: escamoteando la verdad con sus groserías y sus salidas de tono, convirtiéndolo todo, y en particular a sus enemigos, en parte de su show. Nunca ha dejado de ser el preceptor autosuficiente y regañón de The Apprentice, el rol de su vida: la política como el arte del insulto.

Terrible, y al mismo tiempo previsible, que los republicanos y los conservadores lo hayan adoptado: el distractor perfecto. Mientras él...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR