José Luis Escrivá / El dólar: prudencia y modestia

AutorJosé Luis Escrivá

Los economistas debemos tentarnos la ropa cuando nos referimos a la evolución futura de los tipos de cambio de las monedas, pues se trata, probablemente, de la variable económica más difícil de predecir. Por ello, sorprende la rotundidad con la que algunos analistas recurrentemente vaticinan el colapso del dólar. Ese colapso se produciría, además, a partir de un valor de la divisa norteamericana que ya ha experimentado una depreciación considerable en los últimos años. Concentrándonos en el tipo de cambio respecto al euro, desde los mínimos alcanzados en el 2000 dicha depreciación alcanza el 53 por ciento.

Es cierto que el dólar es una moneda que, en los últimos años, cada cierto tiempo, pasa por episodios de debilidad. El abultado déficit por cuenta corriente americano requiere un flujo neto de capitales, continuado hacia Estados Unidos, muy elevado. Esto genera, en ocasiones, cierto nerviosismo entre los operadores en el mercado cambiario cuando determinada información despierta dudas sobre la sostenibilidad futura de dichos flujos. Ahora bien, concluir que el déficit corriente americano debe indefectiblemente desencadenar una caída en picado del dólar resulta muy arriesgado. No existe evidencia disponible suficiente que nos haga pensar que los movimientos de los tipos de cambio respondan sistemáticamente, y de forma intensa, a las posiciones exteriores de los países. O, visto desde otro ángulo, los déficit por cuenta corriente no se corrigen predominantemente por medio de ajustes del tipo de cambio; la evolución relativa de las demandas internas de los países tiende a ser un mecanismo de corrección mucho más poderoso.

Desde esta perspectiva, la paridad actual del dólar-euro debería estar sometida a menor presión depreciadora que hace dos años cuando también cotizó durante unos meses significativamente por encima de 1.30. Entonces, la economía norteamericana mostraba una gran fortaleza con crecimientos del PIB en el entorno del 4 por ciento, mientras que la europea languidecía con una tasa de expansión que escasamente alcanzaba el 1 por ciento. Hoy, la situación es bien distinta, la eurozona viene experimentando en los últimos trimestres tasas superiores al 3 por ciento, al tiempo que la economía norteamericana está en proceso de desaceleración hacia tasas en el entorno del 2.5 por ciento. Además, hace dos años, el yuan chino todavía mantenía una paridad básicamente fija con el dólar, y...

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