José Luis Lezama / Aire y metrópoli

AutorJosé Luis Lezama

No son estos ya los tiempos de la catástrofe ambiental en esta que es una de las metrópolis más grandes del mundo. No son estos tampoco los aciagos días de mediados de los ochenta y principios de los noventa, cuando sonaron las alarmas ambientales en muchas ocasiones y el temor por los daños a la salud ganaba terreno entre la población, generándose así una incipiente conciencia ambiental. No obstante, la calidad del aire en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México sigue siendo mala. Anualmente se emiten a la atmósfera más de dos millones de toneladas de sustancias tóxicas, las cuales no sólo infectan los antaño límpidos aires capitalinos, sino que además amenazan la salud de los habitantes de la metrópoli. Esto, más los daños a la integridad de los ecosistemas, así como la violación de los estándares ambientales en materia de ozono durante más de 250 días del año, siguen colocando a la ciudad y al Valle de México en su conjunto, en una de las regiones más contaminadas del mundo. Pero no es sólo la contaminación del aire lo que afecta la calidad de vida de las personas en esta zona del país, es también la de los suelos y lo que para muchos representa la mayor causa de preocupación ambiental del Valle de México: el agua. Esta no sólo en términos de su calidad, sino también de su escasez; escasez que por cierto tiene causas naturales (agotamiento de los mantos freáticos, desecación de los ríos), y posee también motivaciones sociales, como son las que tienen que ver con su distribución desigual, tanto entre quienes la usan para el consumo doméstico, como entre quienes la requieren para fines productivos.

No cabe duda de que existen logros de la política gubernamental para abatir la contaminación del aire. Algunos de estos consisten en la reducción del número de días en los que se violan los estándares por arriba de los 150 puntos imecas y en la disminución de las contingencias atmosféricas. Esto no es poca cosa, pues da cuenta de una lenta persistencia a la baja del número de días que en general se violan los estándares ambientales. Estos logros no se deben a una administración, sino al esfuerzo sistemático que inició a principios de los noventa, particularmente con la puesta en práctica del primer programa profesional para abatir la contaminación del aire en el Valle de México, el llamado PICCA. La eliminación del plomo y el mejoramiento de la calidad de la gasolina, así como la introducción del convertidor catalítico, constituyen algunas...

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